lunes, 24 de diciembre de 2012

Felices fiestas desde el blog Sibelius en español

Un año más, desde el blog "Sibelius en español" les queremos desear unas muy felices fiestas y un estupendo y musical año nuevo. Como viene siendo tradicional por nuestra parte no faltará la música de nuestro amado maestro para colorear con su mágico sonido estos días.

Aprovechamos también la circunstancia para anunciar a los lectores que hemos puesto en marcha un chat, todavía en pruebas, que encontrarán en la banda derecha de la página (si leen el blog desde un dispositivo móvil deben cambiar a "versión web", en la parte inferior de la página). Pueden participar en él sin necesidad de loguearse de ninguna manera, y a través de este gadget plantear de manera muy inmediata sus opiniones, dudas, sugerencias, etc. Procuraremos siempre contestar de la manera más rápida posible.


Volviendo a la conmemoración de este noche, como es habitual le ofreceremos una grabación de las Cinco canciones navideñas opus 1 de Jean Sibelius, que fueron escritas por separado y en distintas épocas de la vida del maestro (no fue su primera obra publicada, como sugiera su número de opus). En esta ocasión no será la cuarta de ellas, la más popular de la colección, sino la quinta, que plantea la peculiaridad de estar escrita originalmente en  lengua finesa (el resto lo estaba en sueco, aunque son habituales las interpretaciones en traducciones finesas). Recordamos el texto, con la traducción correspondiente:

On hanget korkeat, nietokset,
vaan joulu, joulu on meillä!
On kylmät, paukkavat pakkaset
ja tuimat Pohjolan tuuloset,
vaan joulu, joulu on meillä!

Me taasen laulamme riemuiten,
kun joulu, joulu on meillä!
Se valtaa sielun ja sydämen
ja surun särkevi entisen,
mi kasvoi elämän teillä!

Oi käykää, ystävät, laulamaan,
kun joulu, joulu on meillä!
Se tuttu, ystävä vanhastaan,
on tänne poikennut matkoillaan
ja viipyy hetkisen meillä.

Nyt tähtitarhoihin laulu soi,
kun joulu, joulu on meillä!
Nyt maasta taivaaseen päästä voi,
jos sydän nöyrä on lapsen, oi,
kun joulu, joulu on meillä.

Oi anna Jumala armoas,
kun joulu, joulu on meillä!
Ja kansaa suojaa sun voimallas,
meit' auta näkemään taivaitas
kun joulu, joulu on meillä!

La nieve está cayendo,
¡la Navidad, la Navidad está aquí!
El frío, helado tiempo invernal
y los heladores vientos del norte,
¡la Navidad, la Navidad está aquí!

Es hora de nuevo de canciones alegres,
¡la Navidad, la Navidad está aquí!
Llena nuestras almas y corazones
y desvanece las penas del pasado,
hace brotar en nosotros la vida.

Oh, cantad, amigos,
¡la Navidad, la Navidad está aquí!
Nuestro viejo amigo
abandona su largo viaje
para quedarse con nosotros un poco.

Nuestras canciones alcanzan las estrellas,
¡la Navidad, la Navidad está aquí!
De la tierra a los cielos
el humilde corazón de un niño se eleva,
¡la Navidad, la Navidad está aquí!

Danos tu gracia, Señor,
¡la Navidad, la Navidad está aquí!
Protégenos con tu poder,
y déjanos ver tu cielo,
¡la Navidad, la Navidad está aquí!

La Navidad está aquí, pues, y nos lo dirá la expresiva voz Jorma Hynninen en el siguiente registro, con el acompañamiento arreglado para orquesta de cuerda y órgano (desconocemos el autor del arreglo, así como orquesta y director):


No nos queda más que desear que disfruten de esta música, y pasen unas apacibles fiestas.

Hyvää joulua!

God jul!

¡Feliz navidad!

 
 

martes, 18 de diciembre de 2012

Tercera sinfonía en Do Mayor opus 52 (1904-07): 6. Discografía (1)

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Antes de comenzar el listado y comentario de las grabaciones de la Tercera Sinfonía de las que tenemos conocimiento directo, hemos de apuntar un cuestión global sobre la discografía. Y es que parece un hecho que la mayor parte de las mejores versiones se deben a directores finlandeses y/o que conocen muy bien la obra y la estética sibeliana, mientras que otros han pasado más rutinariamente por ella, o incluso no la han grabado (posiblemente es la menos grabada de todo el ciclo).

Como ya comentamos, la especial dimensión de esta "pequeña" sinfonía, lejos de la vistosidad de las demás, ha hecho pensar a muchos que estábamos ante una obra menor, lo cual desde luego no es cierto. La más clásica e internacional - hasta el momento de su estreno - de las sinfonías de Sibelius contiene muchas claves íntimas que no se han escapado a quienes conocer mejor el idioma sibeliano. Y cómo no, a sus compatriotas por encima de los demás, aunque no sea la más "finlandesa" de todas. Esta singular cuestión también se observará en la Cuarta y la Sexta.


Orquesta Sinfónica de Lahti

Osmo Vänskä

BIS (1997) - varias reediciones

Una versión perfecta en lo expresivo (con una gran exploración de todos los contrastes), en lo sonoro (una orquesta sinfónica de timbres bien definidos y jamás masiva) y en lo idiomático. Vänskä redescubre la sinfonía para situarla entre los trabajos mejores y más originales el autor, y con ello, sin dudarlo, merece estar en el olimpo de las interpretaciones de la obra.
El primer movimiento empieza con una energía muy concentrada, más interiorizada que exterior, y gran cuidado por el equilibrio tímbrico. El segundo tema está lleno de una gran melancolía nórdica, y el final de la exposición parece virtualmente perfecto con toda su delicadeza y contraste. El desarrollo ofrece de nuevo un gran dramatismo al enfrentarse con ese turbador estatismo, que se convierte en turbadora agitación a la llegada de los motivos de aura, creando una expectación magnífica. Los solos de las maderas suenan lejanos, como ecos de una realidad pasada. La transición al reexposición y su entronque son ciertamente brillantísimos, como el resto del movimiento, que gana por goleada en expresión al resto de las interpretaciones aquí comentadas. La sonoridad de la coda, ancestral y de gran nobleza, engrandece aún más el significado de la pieza. El segundo tiempo es hipnótico y con gran poder de seducción. Mantiene el pulso tranquilo que exige el compositor - como veremos algo no muy habitual en la discografía -, y se  enuncia con una melancolía infinita y una sin par belleza en los timbres, destacando las melifluas intervenciones de los clarinetes (el instrumento del propio Vänskä). El primer intermedio nos lleva a terrenos de gran profundidad y espiritualidad, mientras que la primera vuelta del tema explora los rumores de la partes graves de la orquesta para desvelar el verdadero carácter del pasaje, y su sonoridad atmosférica. El segundo intermedio comienza muy callado y tranquilo, y va ganando en tensión con gran inteligencia. El retorno del tema principal supone una vuelta a lo inexorable, y el director finlandés da gran nobleza al pasaje. El tercer movimiento muestra todo su poder pero de forma muy sutil y diligente, desvelándose como un sin par scherzo en verdad. Los diálogos entre grupos instrumentales están cuidados al máximo, y de nuevo la tensión nerviosa asegura la fuerza del pasaje. El tema hímnico se desliza con toda la dulzura del mundo, y en su primera versión plena se presenta con un porte aristocrático, pero cálidamente humano y esperanzador. A través de sus distintas presentaciones Vänskä nos presenta todas las atmósferas posibles, un universo completo a nuestra disposición, creciendo en majestuosidad hasta el infinito. Lo único malo del movimiento es que se acaba... En fin una versión sublime, si no la mejor posible - hasta ahora no grabada -, sí acertadísima y sin duda muy cerca de la intención última del compositor. Imprescindible. Si tienen que apostar por una única grabación que sea desde luego esta, aunque no deberían tener muy lejos la de Kajanus.

Interpretación: 9,5  Estilo: 9 Sonido: 7,5
Orquesta Sinfónica de Londres

Robert Kajanus

EMI (1932) - FINLANDIA

El registro de Kajanus es histórico en todos los sentidos: por constituir la primera grabación de esta sinfonía, por su antigüedad y por representar una manera más que correcta el auténtico estilo sibeliano. Muchos directores deberían estudiarla antes de lanzarse a hacer versiones que traicionan el espíritu y la letra de la obra.
El Allegro moderato irrumpe con cierta parsimonia, pero siempre cuidado el nerviosismo subyacente del ritmo, nerviosismo que hace palpitar todo el movimiento, con multitud de rubati y cambios de velocidad (que entra dentro del modo de dirigir del propio compositor). El segundo tema apuesta por la fascinación de la oscuridad. Se logra una atmósfera queda y muy hermosa en la coda de la exposición, mientras que el comienzo del desarrollo opta por una rugosidad que contrasta completamente con lo anterior. El comienzo de la reexposición es particularmente emotivo y brillante, al igual que el final del movimiento, que juega con sensaciones telúricas. Hay cierta irregularidad en la globalidad, pero sin duda muestra también su capacidad dramática.
El Andantino opta por cierta ligereza, por la fascinación de los timbres en conversación de maderas y pizzicati, y las sonoridades de las cuerdas en los episodios (¡lástima de grabación antigua!). En el Finale Kajanus opta de nuevo por las emociones más telúricas y primarias con gran acierto. La entrada del tema del himno con el "aura" de fondo debería ser un ejemplo para todos los directores de cómo afrontar las atmósferas sibelianas. El mismo tema revela una gran nobleza y grandeza en manos del histórico director finés. Y el clímax del movimiento se revela como un acto de solemnidad y profundidad, para acabar en una coda de auténtica elevación trascendente. También imprescindible.

Interpretación: 9  Estilo: 9 Sonido: 3 (mono)

Orquesta de Cámara de Europa

Paavo Berglund

FINLANDIA RECORDS / WARNER MUSIC (1998)

Berglund realizó tres ciclos completos de las sinfonías de Sibelius en estudio, y todas ellas estarán entre lo mejor de la discografía, aunque en en cada una de ellas habrá consideraciones muy distintas, explorando distintas posibilidades. En este caso nos encontramos la acertadísima sonoridad contenida de una orquesta de cámara, perfecta para esta sinfonía, con una separación nítida de timbres que nos permite disfrutar plenamente de la orquestación sibeliana. El director finlandés le da a esta obra aquí además una gran expresividad por encima de otros aspectos, quizá oscureciéndola un tanto pero al tiempo otorgándola la dimensión precisa.
El primer tiempo es decididamente enérgico, con ese ritmo nervioso subyacente que piden las partituras sibelianas muy bien amoldado al transcurrir de la obra, y que prosigue en el hermoso lirismo del segundo tema, melancólico y profundo. El desarrollo muestra plenamente qué sentido tiene su caleidoscópico diálogo instrumental, muy limpio aquí, dando la máxima emoción - pero sin estridencias - al lamento de los distintos solistas de madera. La reexposición llega con toda la expectación posible y una formidable alegría vital. La coda con su aliento rúnico nos remite al mundo ancestral de la Sexta Sinfonía. El segundo movimiento tiene el tempo correcto, y el maestro finlandés le da un toque muy dulce y melancólico. El primer intermedio llega a unas honduras insospechadas (¡por supuesto, sólo posible con la lentitud correcta!), y al segundo los matices precisos dinámicos y expresivos que la mayor parte de los directores eluden. La última aparición del tema, con su acentuación correctísima es de nuevo insospechadamente brillante. El caos del tercer movimiento, peca un poco de prudencia, le falta algo de fuerza, si bien de nuevo el diálogo instrumental es sublime. El tema hímnico roza lo sublime a través de una elegancia sin par. Excelentes celli, aquí como en el resto de la grabación. Gracias a la nitidez tímbrica, las sucesivas atmósferas que Sibelius van creando se dejar sentir con plena intensidad. Aunque este sea quizá el movimiento más débil, el final, algo contenido pero arrebatador, no deja dudas de que estamos ante una de las mejores interpretaciones de la obra. Absolutamente recomendable.
      
Interpretación: 9  Estilo: 8,5 Sonido: 7,5

Orquesta Sinfónica de la Radio Finlandesa

Jukka-Pekka Saraste

FINLANDIA / WARNER MUSIC (1995)


Gran ciclo el de Saraste, en directo, por desgracia de poca difusión fuera de su país natal. Para esta sinfonía nos propone una lectura muy estilística, incluso marcadamente étnica, con gran precisión y buen entendimiento de la originalidad de la misma. En el primer tiempo el ímpetu en lo rítmico es total, imprimiendo una agitación interna muy valiosa, aprovechando al máximo las oportunidades instrumentales, en especial en los contrastes de masas, con  nitidez de los timbres, así como el impulso dramático. Sólo apuntar un pero: quizá el tempo sea un poco más rápido de lo necesario. El comienzo de la reexposición es francamente brillante y emocionante, así como el segundo tema, con una fuerte entonación rúnica, al igual que la coda, de una elevación muy especial. Para el segundo tempo Saraste escoge proseguir con la aceleración inicial, pero muy lejos de aplicar la ligereza en la que otros directores caen; el finlandés más bien nos seduce con el poder hipnótico de la pieza, sus juegos tímbricos y sus sutilezas rítmicas. A destacar la magia que imprime al segundo interludio, que parece anunciar incluso el universo de colores nocturnos de Tapiola. La agitación en el caos del tercer movimiento es total, una lucha próxima a lo titánico, mientras que el himno llega con la máxima dulzura y bonhomía, y se prolonga con la majestuosidad de la aurora boreal, en una verdadera explosión de fuerza y colorido. Muy recomendable.

Interpretación: 8,5  Estilo: 8,5 Sonido: 7,5
 
Orquesta Filarmónica de Helsinki

Okko Kamu 

DEUTSCHE GRAMMOPHON (1972)

Kamu fue elegido por la Deutsche Grammophon para completar el ciclo que estaba grabando Herbert von Karajan, su mentor en el continente, quien careció de interés por las primeras sinfonías, sobre todo, como ya hemos comentado, en esta Tercera. A cambio el director finlandés nos dejó un grupo sensacional de registros que dan cuenta de su ya temprana categoría como músico sibeliano - y aún tiene mucho que decir -. Esta grabación en particular respira Finlandia  por los cuatro costados, y además posee una magia muy especial, siendo la más recomendable de entre las más accesibles (y económicas).
El Allegro moderato incide en los aspectos más rítmicos y heroicos de la pieza, sin perder nunca la tensión, con sonoridades precisas y amplias, separación nítida de timbres, y un gran juego de las contrastes y colores orquestales. Contiene algunos detalles fabulosos, como los pizzicati previos a la coda. Para el Andantino Kamu apuesta por un tempo moderado, lejos de los extremos, y una lectura insinuante y optimista, llena de sentimiento. En el Finale el caos está bastante ordenando, aunque la palpitación es constante, ánimo que se mantiene e incrementa con el bellísimo himno final, que suena especialmente magnífico en manos del finlandés. Muy recomendable lectura, una de las mejores en cualquier caso.

Interpretación: 8,5  Estilo: 8,5 Sonido: 7



Orquesta Filarmónica de Helsinki

Paavo Berglund

EMI (1984)

Para esta versión, Berglund avanza hacia un carácter sinfónico más amplio de la obra, con sonoridades masivas, pero al tiempo llega más hondo en su espiritualidad, con una visión sosegada y profética, anunciando las sinfonías que vendrán tras esta Tercera. En el primer tiempo el ritmo apuesta por la sutileza, aunque siempre permaneciendo bajo la superficie, animándolo todo, al igual que los contrastes, muy lejos de caer en la teatralidad. Los colores son algo pálidos, pero la Filarmónica de Helsinki parece estar en un momento estupendo. Una coda magnífica. En el movimiento central Berglund toca el cielo, con un tempo moderado, lleno de elegancia y melancolía, colorido sobrio pero enormemente efectivo. De los más logrados de la discografía. El tercero empieza con un caos muy ordenado, sin grandes conflictos excepto quizá en sus últimos momentos, mientras que el himno hace asumir toda esa calma dándonos con unos instantes prodigiosos de grandeza y sensibilidad. Quizá unos timbres más nítidos hubieran acercado el movimiento al olimpo. En fin, una de las versiones más recomendables.

Interpretación: 8,5  Estilo: 7 Sonido: 7

 

Orquesta Sinfónica de San Francisco

Herbert Blomstedt

DECCA (1994)

El director sueco-americano desvela aquí ser un formidable director sibeliano, en una sinfonía para la que hace falta un verdadero compromiso con el compositor. Blomstedt reconoce a la perfección la orquestación sibeliana y la atención a sus distintos planos sonoros de la paleta orquestal, sus superposiciones y mezclas. Sin embargo, como ya hemos dicho, a esta sinfonía le viene mejor una orquesta pequeña, que deje sonar a los vientos plenamente. La mirada del músico tiende a realzar su sonoridad nórdica, lejana y mística, pero al tiempo acierta a ver en la obra su carácter clásico. Muy recomendada en muchos sentidos.

El Allegro moderato es animado, con un excelente sentido del ritmo pero a la vez sereno, verdaderamente helénico en sus proporciones. Sobresale una excelente sección de cuerda. El ritmo de nuevo es el rey en el Andantino con moto, aunque mucho más lento de lo prescrito Blomstedt ha sabido captar el pulso interior de la pieza. La sensación de nuevo porta serenidad, a pesar de la agitación nerviosa y la melancolía del movimiento. El tiempo final ahonda en las bondades de los otros dos (de nuevo una sección de cuerda excelente), pero es algo más flojo, una intensidad y compromiso mayor hubiera coronado una interpretación en cualquier caso espléndida.

Interpretación: 8  Estilo: 8,5  Sonido: 8


   

Orquesta Sinfónica de Bournemouth

Paavo Berglund

EMI (1978)

Berglund redondea sus grabaciones de la Tercera con ésta, que acierta plenamente con el concepto sonoro de la pieza, desde el primer movimiento, con su explosión de colores inicial hasta el lamentoso tema de los violoncellos.  Verdaderamente emocionante en su lectura, todo bajo un ritmo agitado perfecto. Especialmente brillante es el desarrollo, que en ningún momento pierde fuelle ni se abre a la dispersión. Los sonidos de los metales apuntalan con grandeza el conjunto, que en los compases finales del primer movimiento devienen en verdadera grandeza. El segundo movimiento nos revela la esfera de la melancolía inexorable, muy pesimista pero al tiempo con gran porte aristocrático y elegancia. Los timbres exultantes del primer tiempo se dejan tamizar aquí por una neblina nórdica. Pero quizá se haya perdido un tanto su devenir rítmico, apostando en su lugar por el sentimiento puro. La seriedad parece que también ha afectado al scherzo, con un nerviosismo rítmico de nuevo como rasgo definitorio. El himno arranca con pasión y solemnidad, además de un destacado lirismo. La sobriedad se impone a cualquier efectismo, dejando al final quizá demasiado contenido. En cualquier caso una versión soberbia, aunque no perfecta.

EMI ha anunciado una reedición de este ciclo el próximo mes a precio muy económico (cuatro cedés a menor precio que el de un disco en lanzamiento), por lo que hay pocas excusas para que esta grabación no forme parte de su discoteca sibeliana.

Interpretación: 8   Estilo: 8   Sonido: 7

Orquesta Sinfónica de Londres

Anthony Collins

DECCA (1954)

La versión histórica de Anthony Collins se puede calificar en general de fantástica, , sin duda nos hace recordar la excelente labor de los directores británicos incluso en los momentos más bajo del sibelianismo.  Aunque hemos de ponerla varios peros. También demuestra que no siempre una grabación antigua - como hemos dicho más de una vez la orquesta sibeliana mejora muchísimo con una buena toma de sonido -, y fuera del ámbito nórdico deba ser necesariamente menos estilística. Se trata de conocimiento y de devoción antes que de genes.
El Allegro moderato goza de un sentido del ritmo excelente, además de un equilibrio muy adecuado en los bloques sonoros, con timbres nítidamente separados y articulados (¡lástima del sonido monoaural!). Además posee una emocionalidad sana y llena de dinamismo, con el debido contraste hacia los colapsos depresivos de sendas apariciones del tema secundario. El británico es de los pocos directores además que parece haber entendido la importancia de las transiciones sibelianas, que nunca son banales, como la del pizzicato antes de la coda, majestuosa y enérgica. Para el Andantino Collins comete el error de apostar por una velocidad excesiva, aunque imprime el mismo sentido de ritmo agitado del tiempo inaugural. EL director pone énfasis en la diferencia entre las secciones, dejando un sabor más clásico. La nitidez instrumental y de los planos sonoros continúa en el "caos" del Finale, animado además por una turbación rítmica perfecta para la sensación que el compositor buscó. "La plegaria a Dios" se impone como afirmación absoluta, uno de los mejores momentos de toda la discografía de la pieza.

Interpretación: 8  Estilo: 8 Sonido: 4 (mono)




Orquesta Philharmonia

Vladimir Ashkenazy

DECCA (1985)

Maravillosa esta interpretación del maestro ruso, llena de vitalidad, ritmo y sentimiento. Está pensada con un sentido de sencillez y frescura, aunque el director impone su visión melancólica y misteriosa. Quizá su único fallo es no haber cuidado la sonoridad en sí, en parte, como ya hemos dicho, porque esta obra mejora considerablemente en una orquesta no muy grande o incluso de cámara.
El primer movimiento tiene una gran animación, verdaderamente una explosión de belleza, y a su vez con un toque triste ocasional. En el segundo, de velocidad moderada, Ashkenazy ahonda en esa tristeza, dando a esos hechizadores sonidos de las flautas, los clarinetes y el pizzicato de la cuerda un sentido muy otoñal. El tercer tiempo comienza con una gran fuerza telúrica, y un buen sentido del "aura" sibeliana, que mantiene con fuerza y majestuosidad en el resto del tiempo. Recomendable, esperemos que Decca lance de nuevo el ciclo a precio económico o medio, le merecería mucho la pena.

Interpretación: 8  Estilo: 7 Sonido: 7
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Capítulo siguiente (7): discografía (2) 


domingo, 16 de diciembre de 2012

La Primera Sinfonía de Sibelius en Valladolid


No son muchas las oportunidades de escuchar las grandes obras de Sibelius en la ciudad de quien estas líneas escribe, por lo cual no dudamos mucho a la hora de acudir este viernes 14 al Auditorio Miguel Delibes para presenciar el concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, con Vasily Petrenko, director asistente, y un programa dedicado a obras de Grieg y Prokofiev, con la Primera Sinfonía en mi menor opus 39 de Jean Sibelius como pieza principal. 

En términos generales puede afirmarse que fue un muy buen concierto, con un excelente director, una deslumbrante solista de violín en la composición de Prokofiev, y una buena ocasión para disfrutar de la música del genio finlandés en directo.

Hemos de confesar que apenas conocíamos el nombre del joven director ruso (36 años) más que de oídas, al igual que sucedía con Arabella Steinbacher, la violinista de 31 años que deslumbró a la audiencia vallisoletana con su cuidado virtuosismo. Dos figuras que a partir de ahora sin duda tendremos muy en cuenta, y que animaron esa noche (imaginamos que también la siguiente, en la que se repitió el programa) a la orquesta local a superarse a sí misma y ofrecernos un espectáculo de gran altura.

La velada comenzaba con la Suite Holberg opus 40 de Edvard Grieg, la mágica obra para cuerda que el maestro noruego escribiera como evocación del estilo de siglos pasados, y de sonoridades barrocas, con Bach y Händel en el punto de mira y unos pocos toques de su amado Mozart. Buena elección sin duda - el programa hay que reconocer que estuvo bien equilibrado - como apertura. La dirección de Petrenko se mostró parsimoniosa, serena, sentimental y siempre delicada, recalcando con gran fineza los pasajes más líricos y expresivos de la sección de los arcos. Aunque hubo algunos problemillas de afinación no obstante la orquesta sonó bien equilibrada. Hemos de destacar al solista de cello, que nos brindó algún momento apasionante. 

En esta primera obra Petrenko se nos había mostrado como un director elegante y muy tranquilo, pero en la siguiente pieza del programa sacó todo la fuerza del mundo para ofrecernos la pieza de su compatriota Sergey Prokofiev, el Segundo Concierto para violín y orquesta en sol menor opus 63, protagonizado por la solista germano-japonesa Arabella Steinbacher. El director se mostró mucho más impulsivo, con una orquesta entregada y hasta entusiasmada con la obra. La solista ofreció un recital excepcional, muy cuidado en los detalles técnicos, sin nada fuera de lugar y una elegancia sin lugar para la duda. Destacó de nuevo el lirismo singular del movimiento central, con grandes momentos para el apasionamiento. 
 
La hazaña fue recibida con grandes aplausos, a los que Steinbacher correspondió con un bis, una pieza que confesamos desconocíamos (un amable lector nos comunica que era el primer movimiento de la Sonata para violín solo opus 115, también de Prokofiev), con la que acabó por conquistar al público. Quizá sólo lamentar, como nota muy personal, que no fuese el Concierto de Sibelius para redondear la velada. Pero por supuesto lo que hubo no estuvo para nada mal...

Tras el intermedio llegó el momento esperado con la Sinfonía de Sibelius, que en principio había que tomar con cautela. Petrenko tiene como eje central de sus interpretaciones a músicos rusos nacionalistas y del siglo XX, lo cual en la historia de la discografía sibeliana encuentra antecedentes no del todo buenos, con grabaciones que tienden a "rusificar" o hacer chaikovskyana una música que no lo es, aunque en esta Primera Sinfonía exista una indudable influencia de aquello. Pero también es cierto que el director ha trabajado con la Filarmónica de Oslo, orquestas inglesas como la Real Filarmónica de Liverpool, y orquestas norteamericanas, por lo que no podía ser del todo ajeno al pedigrí sibeliano. Y efectivamente, el resultado final fue una excelente interpretación en lo musical, asumiendo con profundidad el estilo más adecuado para la partitura del músico nórdico, y aportando como nota personal una pasión desbordada y un dramatismo electrizante.

La sinfonía comenzó con un expresivo solo de clarinete, aunque los timbales debieron sonar más apianados en ese momento y el resto de la obra. El comienzo fue un poco confuso, pero se fue imponiendo la fuerza del director, dando con gran poder cada pasaje en fortissimo, haciendo temblar todo el auditorio.


Muy lírico y contrastado el segundo movimiento, con momentos de poderosos sentimientos y una cantabilidad exultante, como en la primera parte del programa. El arpa, que da a esta sinfonía y en especial a este movimiento un color muy especial estuvo más que correcta en sus intervenciones, así como la sección de cuerda. No tanto las trompas, que tuvieron varios errores a lo largo de toda la sinfonía.

El scherzo tampoco defraudó, de nuevo con un buen manejo de los contrastes orquestales y grandilocuentes fortísimos que mostraban sin lugar a dudas el carácter trágico de la obra.



El Finale fue fantástico, sin duda lo mejor de todo el concierto, desde el mismísimo arrebatador pasaje inicial que nos dejó sin aliento, haciendo sollozar a la cuerda. También encontramos un hiperromántico tema cantabile, chaykovskyano pero muy efectivo, con rumores que lo acompañaban de manera discreta (y plenamente sibeliana), y muchos momentos dionisiacos como efectivo contraste. Apoteosis total.


El aplauso final fue muy sonoro, y Petrenko tuvo que salir varias veces a agradecerlos, aunque no hubo ningún bis para redondear la velada. Tal vez no estuviera pensado. 

En cualquier caso un concierto del que se disfrutó mucho. Lástimas de notas al programa (que calificaban a Sibelius como "epígono de Chaikovsky" [sic!] ). Nos acordaremos de los nombres de Steinbacher y sobre todo de Petrenko, sin duda, esperando en el caso del ruso que acuda al estudio de grabación para dejar huella de su buena experiencia sibeliana, confiando además en que se amplíe en el futuro.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Biografía (27): voces íntimas (1909)


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En el día del 137 aniversario denacimiento de Jean Sibelius proseguimos con nuestra biografía del genial compositor, cuya andadura comenzamos precisamente ahora hace 4 años. Retrocedemos ahora a 1909.
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El poema sinfónico Cabalgata nocturna y amanecer opus 55 sería estrenado bajo una doble excepcionalidad: no bajo la batuta del compositor - como solía ser lo habitual, o bajo alguno de sus paladines como Kajanus - , ni en su Finlandia natal. La obra que inauguraría el nuevo estilo "oscuro" del Jean Sibelius sonaría por primera vez en San Petersburgo el 23 de enero de 1909 dirigido por Alexander Siloti, un nuevo entusiasta de la obra del músico nórdico. Sin embargo el director ruso efectuó algunos cortes a la partitura, que recibió la hostilidad de la crítica local. Con una excepción: la de Alexander Glazunov, que asistió a un ensayo, y aseguró al propio Sibelius que la pieza le había agradado (el genio finlandés también admiraba muchos de los trabajos del ruso).

A nuestro autor le ocupó pronto un largo viaje, de nuevo a Inglaterra, donde el entusiasmo sibeliano crecía más y más. El 13 de febrero dirigiría En saga y Finlandia en el Queen's Hall de Londres con notable éxito. Le acompañaron sus amigos Henry Wood, Granville Bantock y Rosa Newmarch, que le colmaron de honores en diversas recepciones. En ellas fue presentado a buena parte de la aristocracia británica. A pesar de la intensa vida social, el compositor supo abstenerse completamente de toda tentación alcohólica. Quizá como resultado de ello afloran alguno de los miedos y complejos del autor, como cierta envidia hacia la segura situación de otros músicos, como Bantock: "tiene una importante posición aquí. Todos consiguen posiciones; sólo yo compongo".

La buena acogida de esos días lleva a nuestro músico a permanecer más tiempo del previsto en Londres, no sólo por las situaciones sociales y musicales, sino también para desarrollar su propio trabajo. Alquilará una habitación en Kensington, si bien pronto habrá de mudarse por las molestias que le ocasionaba un pianista amateur y sus constantes prácticas. Será en la zona de Gordon Place donde compondrá buena parte de su nuevo cuarteto de cuerda.

La estancia en la isla británica dará oportunidad a Sibelius de importantes experiencias musicales. El 27 de febrero asistirá a un concierto donde Claude Debussy dirigirá sus Nocturnos y el Preludio a la siesta del fauno, tras el cual el francés y el finlandés intercambiarán elogios. Desconocemos hasta qué punto Debussy había escuchado obras de Sibelius, pero en cambio si tenemos varias opiniones del músico nórdico sobre la música del galo, en general positivas, aunque a veces ambiguas. Años más tarde, en 1914, un nuevo encuentro con la música de Debussy supondrá un gran estímulo para su creatividad. Pero en ese momento, su estética se aleja de la de sus contemporáneos: "he visto y escuchado mucho aquí. Me ha aclarado mucho las cosas. Mis encuentros personales con Debussy, y d'Indy, Bantock, Barth y Dale y otros compositores, junto con muchas nuevas obras [...], todo ello ha confirmado mis pensamientos sobre la senda que he tomado, tomo y tengo que tomar".

 Claude Debussy. Fotografía de Nadar, mediados de 1909

En el "Music Club", uno de aquellos estrictos conciliábulos británicos de la época, su música fue sometida a una especie de examen para su aprobación bajo estrictas reglas. Las partituras elegidas fueron piezas para piano y canciones, lo que no produjo demasiada impresión a los miembros del "estirado" club, excepto a uno de sus miembros, Arnold Bax, que sí que se dejará influir por el estilo del músico finlandés. Menos afectado quedó por el aspecto del Sibelius de este periodo: "daba la impresión de que no había reído en su vida, y nunca podría".   

En Londres Sibelius comenzó a escribir un diario personal, que mantendría, con unos meses de ausencia entre 1913 y 1914, hasta bien entrados los años 40, lo que recoge casi todo el resto de su vida musical. Las anotaciones en el diario no son todo lo extensas para considerarse una autobiografía, muchas veces son muy escuetas e incluso banales, aunque en otras tantas ocasiones nos dan buena cuenta del pensamiento más íntimo de nuestro autor. Y, sobre todo, de la evolución de su trabajo: cuando terminaba una obra, empleaba tinta verde. Muchas anotaciones son fruto del calor del momento y de su volatilidad emocional. El diario está escrito casi siempre en la lengua materna del músico, sueco, aunque hay pasajes en finés y otras lenguas, y concebido siempre para que pueda ser leído por su mujer Aino "y una tercera persona" (en sentido abstracto). "Mi yo más íntimo es algo que no podría confiar al papel. Permanece como mi 'jardin secret' ".


Placa conmemorativa en la casa de Londres (Gloucester Walk W8 4HZ, Holland Park) donde Sibelius residió durante su estancia londinense. La calle se encuentra cerca lugares tan embleáticos de Londres como los jardines de Kesington o Noting Hill.

En el diario aparecen visibles sin embargo muchos de los traumas del autor, por ejemplo, la posibilidad de retorno de su enfermedad. En su estancia londinense deja una buena cantidad de libras en médicos para comprobar que su "tos hipocondriaca" (como él mismo reconocía) no era nada importante

Su amistad con Bantock se afianza. El compositor inglés dirigirá la Tercera Sinfonía, que le está dedicada, y Sibelius le apoyará en el competitivo mundo inglés, enfrentándose incluso a uno de sus enemigos, Frederick Delius, al que llama "serpiente".

Antes de volver a Finlandia habrá oportunidad de pasar por París - donde visita a Gallén-Kallela y se admira de sus lujos -  y Berlín, donde será examinado por el doctor Fränkel, el cirujano que consiguió operar su tumor, para comprobar que éste no se había reproducido de nuevo. "Tengo muchos años de trabajo delante de mí".

El Cuarteto de cuerda en re menor opus 56 estará listo en principio el 15 de abril (aunque en septiembre enmendará la coda del último movimiento), y el manuscrito enviado pronto a Lienau para su publicación aun antes de su estreno. Estamos sin duda ante una de las obras maestras de Sibelius, puntal del apartado camerístico, una partitura de una introspección y desnudez encomiables, oscura y esencialista, concentrada y llena de una belleza pesimista y turbadora. Estará escrito en cinco movimientos, siendo el segundo un scherzo que partirá de los mismo materiales del primero, en un nuevo avance en su profundización de la forma. En un pasaje del tercer movimiento se recoge la anotación "Voces intimae" ("voces íntimas" en latín), que por extensión da nombre a todo el cuarteto. 

En Berlín, entre los meses de abril y mayo, completará una colección de canciones (que no ciclo) sobre poemas de Ernst Josephson, donde explora de nuevo la concentración formal y la relación entre voz y piano. Así las Canciones opus 57 constituyen una de las mejores composiciones de Sibelius en el género, aun muy lejos de la popularidad de canciones del periodo romántico. Mientras, anota en su diario más reflexiones sobre sus dudas estéticas - "¿un cambio de estilo?" - y las dificultades que encuentra para inspirarse sin ayuda ni de tabaco ni de alcohol.

A pesar de que su trabajo parece marchar por buen camino, el músico nórdico se ve perseguido por sus problemas monetarios, pidiendo nuevos préstamos a amigos como el arquitecto Eliel Saarinen. La oferta que le realiza la bailarina de origen canadiense Maud Allan - recomendada posiblemente por Busoni, del que recibió clases de piano - es muy tentadora, y nuestro autor contempla su propuesta de escribir un ballet. La danzarina y coreógrafa había alcanzado un gran éxito con "La visión de Salomé", sobre el texto de Wilde, en 1906, y buscaba nuevas ideas para mostrar su arte, muy provocador y tildado de disoluto en la época (hasta el punto de costarle una demanda por indecencia años más tarde). Pero finalmente, a pesar de que el proyecto le habría supuesto una buena suma, Sibelius desiste. No se sentía especialmente atraído por la temática exótica que le proponía - Allan había estudiado las danzas de la antigüedad oriental -. Sería Debussy quien recogería el guante en su "Khamma", aunque ni siquiera al músico francés, mucho más próximo a la estética propuesta, le entusiasmó mucho el ballet, y su partitura fue finalmente orquestada en su mayor parte por Koechlin. Mientras trabaja otros proyectos: una "marcha fúnebre" y esboza un poema sinfónico que titula "La chasse" ("La caza" en francés).

 Maud Allan, vestida de Salomé (1910)

A finales de mayo Sibelius ya está de nuevo en casa, y es entonces cuando envía a Lienau un cuaderno de partituras para piano, la Diez piezas opus 58, un nuevo ejemplo de la escritura íntima, desnuda y oscura de la época, a pesar de que el instrumento no le inspire demasiado - "escribir para el piano me es ajeno"-. No obstante son rechazadas, y Sibelius establece un contrato de nuevo con Breitkopf & Härtel - tras no renovar definitivamente con Lienau - que sí acoge el cuaderno. El nuevo contrato no es tan duro como el de su predecesor, lo que despeja algo el camino del autor.

En julio llega la hora de una nueva música para teatro, "Ödlan" ("El lagarto") opus 8 (el número de opus no había sido utilizado), un drama simbolista de su amigo y compañero del grupo Euterpe Mikael Lybeck. Sibelius escribe dos piezas para sendas extensas escenas, instrumentadas para un pequeño conjunto de cuerda. La música es tremendamente atmosférica y concentrada. A pesar del aprecio que sintió el autor por ella, no quiso darle un sentido en la sala de concierto, lo que ha impedido que esta obra, sin duda de gran inspiración y profundidad, haya permanecido casi desconocida hasta nuestro nuestros días. 

A finales de septiembre, el compositor decide viajar con su cuñado, el pintor Eero Järnefelt, al norte de Karelia en busca de inspiración, muy cerca de los lugares en los que ya había estado durante su estéticamente inspiradora luna de miel. El momento central del viaje fue la ascensión (parcial) al monte Koli, que le produjo una fortísima impresión: "una de las más grandes experiencias de mi vida. Muchos planes. 'La montagne!' ". Se ha considerado esta referencia como el punto de partida de su Cuarta Sinfonía, dedicada al propio Järnefelt. Sin embargo el autor negaría la relación programática de la obra con su contemplación panteística de la cumbre, aunque desde luego que es posible afirmar que el estado mental que le produjo tal contemplación pudo ser en efecto la necesaria inspiración para la transcendental obra. 

 "Koli" (1925), de Eero Järnefelt

A su vuelta el genio finlandés realizó su aportación al mundo shakesperiano con la composición de dos canciones para bajo y guitarra, escritas para la próxima representación de "Noche de reyes" en el Teatro Sueco de Helsinki. Las dos canciones (opus 60) son muy diferentes entre sí. La primera es el conmovedor lamento (con toques de sarabande)  "Kom nu hit, död" ("Aléjate, muerte"), y la segunda la despreocupada "Hållilå, uti storm och i regn" ("Tralalá, la tormenta y la nieve"). La obra y las canciones de Sibelius fueron estrenadas el 12 de noviembre. Después de completar la composición, Sibelius adaptó el raro acompañamiento guitarrístico (únicas obras de Sibelius con el instrumento de cuerda rasgueada) al piano. En 1957 produjo una nueva versión de la primera, para bajo y orquesta, lo que constituyó el desolador anuncio de su propia muerte.

De estas fechas data una de las Cinco canciones de Navidad opus 1 (que no fueron su primera publicación y fueron escritas en muy diferentes épocas), precisamente la más popular de la colección, "Giv mig ej glans, ej guld, ej prakt" ("No me des esplendor, oro ni pompa"), la cuarta. Una bellísima composición de la que el propio autor hizo varios arreglos corales y hoy en día conoce innumerables versiones y transcripciones, formando parte misma de la Navidad finlandesa.

A finales de año le llegará el turno a una nueva pieza orquestal, una marcha fúnebre para orquesta que titulará In memoriam opus 59. El propio autor contó a Karl Ekman que la idea de la obra le surgió en visita a Berlín en 1905. Y a su hija Eva le confesó que fue escrita como un homenaje a Eugen Schauman, el estudiante que asesinó al gobernador ruso, considerado como héroe por los patriotas finlandeses, aunque por razones obvias la dedicatoria no podía ser pública. No obstante se ha propuesto que la marcha pueda derivar del inacabado proyecto "Marjatta", o de otra idea no realizada, precisamente un "Réquiem" en honor a Schauman. 

La partitura de In memoriam sigue los modelos del romanticismo, como la marcha de la "Eroica" de Beethoven, o la música fúnebre de "El crepúsculo de los dioses" de Wagner. Podemos incluso detectar la influencia del Mahler, cuya Quinta Sinfonía había escuchado precisamente en Berlín. La pieza, siguiendo aquellos paradigmas tiene un colorido muy personal, con un contraste entre masas orquestales con timbres más íntimos y mínimos, un lenguaje armónico muy cromático y un uso tremendista de los silencios. "¡Recuerda! La naturaleza de tu escritura orquestal es más importante que el así llamado brillo. ¡Recuerda el sentido del timbre!". La partitura sería revisada poco después sin embargo antes de alcanzar la versión publicada, que se convertirá en una de sus obras más emblemáticas, y a pesar de no ser una de las más personales, sí le conduce intensas reflexiones: "es extraño pensar que en ello, pero se supone que será tocada cuando sea enterrado". Y efectivamente, así sería.

A finales de año Sibelius tenía unas deudas acumuladas de unos 100.000 marcos (¡unos 360.000 euros actuales!). La urgencia llevó a su amigo Carpelan al rescate, tanteando a hombres de negocios de Turku para actuaran como mecenas, lo que fructificó finalmente a la primavera siguiente.

Muchos otros proyectos daban vueltas a la cabeza de nuestro genio entonces, en busca de salvar sus finanzas de la ruina. Maud Allan le propuso una idea distinta para un nuevo ballet, "Las ceremonias de la muerte del oso", pero de nuevo fue rechazado porque le pareció que no compensaba el trabajo que le llevaría. La donación de un empresario, Magnus Dahlström, que llegó en la Navidad, le hizo desistir de la música de danza. También pensó en una nueva obra para una lotería, pero la idea devino en nada. 

Entre tantas inseguridades y el pesimismo habitual de Sibelius al final de cada año, surge si embargo un nuevo reto que si fructificará en la obra maestra más revolucionaria que saliera de su escritorio: la Cuarta Sinfonía. Pero eso será ya tema de los siguientes capítulos.

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