domingo, 8 de diciembre de 2013

Biografía (36): El año de la Guerra, Mi patria opus 92 (1918)

Celebramos hoy el 148 aniversario del nacimiento de Jean Sibelius. Recordamos al maestro con un nuevo capítulo de su biografía, dedicado a uno de los años más turbulentos de su existencia.
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"Finlandia un país libre - de hecho. ¡Qué extraño parece! Después de cincuenta y dos años siendo algo tan difícil, especialmente cuando las aspiraciones de uno tan a menudo habían sido tan decepcionantes". Mientras Finlandia iba recibiendo poco a poco su reconocimiento internacional como país independiente - en Estocolmo Schnéevoigt dirigía  Finlandia opus 26 para celebrar el hecho - y los cuchillos de los dos bandos se iban afilando, nuestro compositor no abandonaba el trabajo. Junto con la revisión de la Quinta Sinfonía, en el aquel enero en que estallaría la Guerra Civil, nuestro músico trabajó en el encargo de Ilmario Vainio, miembro de los scout, que le pidió la musicalización de un texto propio. Sibelius reutilizó una melodía esbozada 20 años antes para escribir su "Marcha Scout" ("Partiolaisten marssi") opus 91b. Una versión preliminar llegaría al día siguiente de la petición, el 12 de enero, pero la obra no sería completada hasta meses después.

Mientras, la Marcha Jäger (que compartiría número de opus con la Scout) había empezado a circular libremente y con gran entusiasmo entre grupos patrióticos, escuchándose ya en el Teatro Nacional o en la Universidad, normalmente en arreglos ajenos. Mientras, el propio autor le daría una orquestación, que no fue escuchada hasta el 20 de abril, ocasión en la que la autoría de la obra fue definitivamente reflejada en los periódicos.

Mientras la música de Sibelius se iba convirtiendo en un símbolo del bando blanco, el 28 de enero estalla oficialmente la Guerra Civil. Järvenpää, como buena parte del sur del país, será dominado en un principio por el bando rojo, y nuestro músico se sentirá - y objetivamente así debió ser - objetivo político por sus simpatías.

Las noticias de los crímenes en las proximidades, incluyendo víctimas de personas que conocía y estimaba nuestro músico no dejaban de llegar a Ainola - a pesar que las llamadas telefónicas estaban restringidas y sólo se publicaban diarios del bando revolucionario -, por lo que el compositor se sintió realmente espantado por el cariz de los acontecimientos. El 2 de febrero escribe en su diario: "los rojos se comportaban como bestias salvajes. Crimen tras crimen, y no sólo de los combatientes en lucha: la vida de toda la gente educada está en peligro. El poder proletario crece como un bola de nieve. Mi hora llegará tan pronto como descubran que soy el compositor de la Marcha Jäger [...]. La única cosa que nos queda es la muerte, más pronto o más tarde. ¿Debería abordar mis sinfonías o concentrarme en pequeñas cosas que no lleven tanto tiempo?".

Pero los dirigentes locales de la comarca apenas sabían quién era realmente Sibelius, por fortuna apenas le tomaron una celebridad de la zona. Ya fuera por considerarlo algún tipo de peligro o por su propia seguridad (y quizá así lo fue sin pretenderlo), le prohibieron salir de su casa: "maravilloso... ¿pero qué tengo que hacer con mis sinfonías?", escribe el 5 de febrero. Era una duda existencial, pero también puramente musical, ya que no sólo daba vueltas a la composición de los primeros movimientos de la Quinta y la Sexta, sino que también se debatía con su forma.

En sus confesiones a Ekman - que también reproduce su propio resentimiento - se muestra especialmente dolido y consumido por el odio hacia el bando revolucionario, lejos del pensamiento "políticamente correcto", y que es asumible perfectamente en el clima de entreguerras en el que se recogen estas opiniones (1935): "el 11 de febrero un destacamento de guardias rojos vino a buscar mi casa. Buscaban suministros ocultos de comida y armas. Los hombres presentaban una apariencia terrorífica, con su caras picadas por la viruela, deformes. No eran del distrito de Järvenpää, una circunstancia que hacía mi posición del todo peligrosa. No tenían ni idea de quién era yo, y se comportaron de una manera amenazante y ruda. Yo tenía en verdad un revólver oculto en una habitación del piso bajo de la villa. El portero de la casa, que estaba presente durante la búsqueda, lo sabía, y si hubiera querido traicionarme mi vida podría no haber tenido mucho valor." 

Sin embargo, los ocupantes de Ainola tampoco eran tan insensibles como podría parecer por estos desagradables recuerdos. Ekman señala que, tras escuchar al músico tocar al piano para calmar a sus hijas, que estaban llorando por la presencia de los extraños, uno de los soldados comentó a su doncella "debe ser muy agradable para ti servir en un casa donde escuchas tan hermosa música". 

Pero otra segunda inspección el día 13 fue más angustiosa incluso: "¡qué vergüenza para mi casa que tenga que permitirles abrir todos los cajones y que vieran expuestos todos los 'tesoros' de esta pobre, desamparada casa! Cuando vi esto, apenas podía aguantar mi dolor. Un montón de bandidos, armados hasta los dientes, y yo, un compositor nervioso, ¡desarmado! Dijeron que uno debía dar paso a la violencia. Éste puede hacerlo, pero es más difícil soportar el deshonor que haberlo sufrido en la casa de uno. ¡Qué vida!"

Objetivamente no era nada seguro que nuestro autor permaneciera en la aislada Ainola. Robert Kajanus acudió a las autoridades de Helsinki, y consiguió mover los hilos necesarios para obtener el permiso que le permitiera llegar hasta el hogar de los Sibelius y llevarse al compositor, su mujer y sus hijas a la ciudad, escoltado por guardias rojos. El 20 de febrero un grupo de trineos guiados por el director de orquesta cruzaba el sur de Finlandia. Su hija Katarina anotó la curiosa escena: "Kajanus estuvo magnífico - le admiro. Nuestra partida fue triste, Helmi y mamá lloraron, papá se agitaba, mamá estaba enfadada; las niñas pálidas y Kajanus lo organizó todo". Así se evitó que el genio nórdico fuese una víctima más de aquella guerra incivil.

La familia se asentó junto a la familia de su hermano Christian, en el hospital de salud mental de Lapinlahti. El médico también había pasado momentos difíciles, habiendo sido arrestado por negarse a dar trato preferente a soldados revolucionarios heridos. Aunque la convivencia con la familia de Christian fue excelente - especialmente para sus hijos - las condiciones mismas de la Helsinki de la guerra fueran muy duras, con una falta de suministros en ocasiones cerca de derivar en hambrunas. Nuestro compositor llegó a perder 20 kilos en dos meses.

Hospital de Lapinlahti en la actualidad

Para soportar aquella angustia nuestro autor daba largos paseos por la periferia del hospital, principalmente por el parque que acabaría llevando su nombre, y donde está situado el famoso monumento en su memoria. 

Pero principalmente buscó refugio en la composición, lo cual no deja de ser extraordinario si pensamos en las circunstancias de carencias que sufrió en aquellas semanas. Uno de los soldados de una inspección de la Guardia Roja en el hospital, al verle inmerso escribiendo música bajo la nube de humo de su habitual cigarro llegó a pensar que era uno de los dementes del hospital...

El principal trabajo de aquellos aciagos días fue su cantata "Oma maa" ("Mi patria") opus 92, una de sus mejores trabajos en este género y obra maestra en cualquier caso, sobre un poema en finés de Kallio que el compositor mismo seleccionó, y que conocía y amaba hacía años. El director del Coro Nacional, Armas Maasalo, celebraba su décimo aniversario, y a pesar de la guerra, apostó por un estreno, por lo que contactó con el compositor, ofreciéndole el trabajo con condiciones económicas francamente favorables - un adelanto de 1000 marcos, que se devolverían sólo cuando hubiese un contrato con un editor -. Un par de semanas después de la petición, Sibelius llamó al sorprendido director confirmando que la obra estaba terminada. Maasalo acudió a la mesa de trabajo del autor, donde la partitura estaba dispuesta. Sibelius le explicó que en la tranquilidad de aquella zona fue positiva para su labor, aun cuando no disponía de ningún instrumento que le ayudara a la hora de escribir en papel pautado. Lo cierto es que a esas alturas la mayor parte de su música se redactaba ya sin apoyo del piano.

Fotografía de Jean Sibelius en 1918, que muestra al compositor visiblemente más delgado.

La obra, primera de una serie de magníficas cantatas con orquesta que compondría en aquellos años, presenta a un coro mixto entonando libremente el poema con cierto toque de recitativo, sumergido por una instrumentación sinfónica amplia y llena de sones casi panteísticos, serena, optimista, plena de evocaciones a las "luces del norte" y al toque del kántele. Hay semejanzas con el espíritu, incluso con ciertas sonoridades, de la Sexta Sinfonía, y no por casualidad.

Aparte de la cantata, Sibelius pudo dedicarse también a aumentar su catálogo de miniaturas para violín y piano con su Aubade y su Minueto opus 81 nos. 4 y 5, piezas de una ligereza mundana muy lejos tanto del ambiente bélico como del carácter trascendental de "Oma maa", que pudo vender rápidamente para obtener sustento diario.

La victoria blanca se aproximaba, y Sibelius asistía con un inédito entusiasmo al asedio de Helsinki: "11 de abril, durante el bombardeo. Nunca he soñado nada tan tremendo. ¡Horrible, pero grandioso! ¿Estaré vivo mañana?" Más tarde anota: "el crescendo, el trueno de las armas que se acerca como un crescendo que se prolongó cerca de treinta horas y terminó con un fortissimo como nunca soñé, fue realmente una gran sensación". 

Finalmente las tropas alemanas entraban en la capital, dando origen a los postreros días de la guerra. Kajanus dirigió un "concierto de homenaje" para las fuerzas germánicas en la Universidad, evento como señalábamos antes en el que fue desvelada la autoría de la Marcha Jäger, dirigiéndola el mismo Sibelius.

La familia del músico volvió entonces a la tranquilidad de Ainola, y el compositor retomó rápidamente su rutina diaria y su trabajo. Pero aún permanecían los temores de la guerra, y llegó a concebir la posibilidad de ser asesinado por venganza, pidiendo a un responsable de la estación de Järvenpää que le avisara de visitas sospechosas. Sin embargo nada malo llegó a suceder. Su primera obra completada fue un encargo del hijo del doctor Gösta Schybergson, quien fuera amigo personal del músico y asesinado durante la guerra. El homenaje consistiría en la musicalización de dos poemas del difunto, en versión de coro masculino a capella, "Ute hörs stormen" ("Fuera la tormenta arrecia") y "Brusande rusar en våg" ("El rugido de una ola"), clasificados como JS.224. Las partituras fueron enviadas a la familia el día 30 de abril, obras aunque ocasionales de gran calidad, francas y de gran fortaleza sonora. 

Aunque la guerra no había acabado completamente, la vida poco a poco volvía a su cauce, y el 9 de mayo nuestro autor apareció de nuevo en la capital dirigiendo sus obras, con una programa que incluía Las Oceánidas, las Dos melodías serias opus 77 y la Segunda Sinfonía. En el concierto estaba presente el Conde von der Goltz, relacionado con Breitkopf & Härtel, lo que le permitió reestablecer rápidamente sus contactos con la editora alemana. 

A finales de mes sin embargo tuvo que contemplar cómo la desgracia no había terminado a pesar del clima de victoria. Tras una gala que celebraba la ciudad de Viipuri, Toivo Kuula, que había sido brevemente discípulo de Sibelius, muy querido por su maestro y con un brillante futuro por delante, había acudido a combatir, con una buena cantidad de aquavit en el cuerpo, con tropas Jäger, siendo fatídicamente alcanzado en la cabeza. Murió unas semanas después. "¡Qué infinitamente doloroso es el destino de un artista! Mucho trabajo duro, talento y valor - el valor de la vida - y entonces todo eso se acaba". Poco después moría también el prestigioso Richard Faltin, quien apoyó a nuestro músico desde sus mismos comienzos. Su muerte le fue igualmente dolorosa, y Sibelius desistió de asistir al sepelio: "no puedo ocuparme de más funerales". 

Un documento escalofriante: fotografía de Toivo Kuula en su lecho de muerte

El músico prestó sus servicios en socorro a las necesidades de la post-guerra, participando en algún evento benéfico. La fama de su Marcha Jäger no dejaba de crecer, con sus mil y un arreglos, donando parte de sus beneficios a la caridad. El propio batallón le dedicó grandes honores. El compositor hizo entonces un comentario profético: "toda Finlandia está bajo el manto de la guerra y el militarismo. Sin entender el mundo del combate de un sinfonista".

La vida de Sibelius era desde luego la composición, y en su cabeza daba vueltas a los más grandes proyectos de aquellos años, que serán sus tres siguientes (y últimas) sinfonías, que estaban siendo concebidas como un todo. En una célebre carta del 20 de mayo, que escribió a Carpelan, desgrana su estado anímico y su magnífica concepción: "como si estuviera preparándome para abandonar esta vida y, descendiendo a mi tumba, alcanzase correctamente a un águila, a vista de pájaro y con destreza, sin dejar un pensamiento en la reserva [...]. Mis nuevos trabajos... parcialmente esbozados y planeados". A continuación pasa a detallar esos planes, que serán muy exactos para la revisión de la Quinta, no terminada hasta el año siguiente, como también para la Sexta, que no acabará hasta 1924, pero no así para la Séptima, que atravesará muchas vicisitudes antes si quiera de definirse como tal sinfonía. 

"Todo esto con la debida reserva... Perece como si las tres sinfonías salieran de mí al mismo tiempo". [...] Como habitualmente, soy esclavo de mis temas y debo someterme a sus demandas. Por todo esto puedo ver cómo mi yo más íntimo ha cambiado desde los días de la IV. sinfonía. Y estas sinfonías mías son más de la naturaleza de profesiones de fe que otros trabajos"

Dando vueltas a estas ideas en ocasiones llegaba a dudas trascendentales, preguntándose sobre la dirección que iba a tomar su trabajo, si merecía la pena el trabajo de revisión de la Quinta, o incluso su propio futuro como autor de sinfonías. Todo aquel verano, en el que recibió las visitas de Armas Järnefelt o de su amigo de infancia Walter von Konow, no conoció nuevos trabajos de ninguna especie, aunque le rondó la idea de escribir pequeños poemas sinfónicos o impromptus para orquesta. 

El 20 de septiembre finalmente le llega el turno a un nuevo coro a capella a semejanza de los escritos meses antes, "Jone havsfärd" ("El viaje de Jonás") JS.100, de un agudo sentido del humor (¡no en vano fue escrito como agradecimiento a un envío de lampreas!). Poco después llegaría una miniatura de piano, Linnaea, delicada y evocadora que no pasaría al cuaderno de "Las flores", sino al del número de opus 76, siendo su número 11.

Para la revista musical Säveletär realizó entonces un curioso arreglo, para el cual volvía a la partitura de "Kullervo" opus 7, la obra fundacional de su carrera y que entonces no conocía interpretaciones, aunque seguía en el recuerdo de muchos de los seguidores del maestro. Sibelius extrajo el final del tercer movimiento, el Lamento de Kullervo, para transformarlo en un solo de barítono y piano con texto en alemán. Las alteraciones en el texto provocaban además varios cambios en la línea vocal, por lo que el arreglo no es totalmente equivalente al original con orquesta.

La carestía de aquellos días obligó a la familia a vender su caballo, y a despedir por tanto al mozo a su cuidado. A pesar de que había recuperado en aquellas semanas la pensión estatal, el importe ascendía a apenas unos 8000 marcos anuales - unos 2700 € actuales -, por lo que el compositor debía entregarse al trabajo una vez más para resolver su economía. Breitkopf había puesto muchas esperanzas en que la Marcha Jäger se vendiese bien en Alemania, como era esperable. Pero había llegado el fin de la guerra y del militarismo prusiano, y el negocio fracasó.

El 25 de octubre tuvo lugar el estreno de Oma maa, con el Coro Mixto de la Juventud Nacionalista de Helsinki (nombre que tomaba entonces el Coro Nacional) y la Orquesta Filarmónica, dirigidos por Armas Maasalo. Las críticas fueron positivas pero reservadas, aunque el crítico de Uusi Suometar apuntaba ya una opinión que se consolidaría con el tiempo: "Sibelius ha encontrado la convincente expresión de la belleza de Finlandia". Con los años la obra se tendrá en una alta estima, recordando siempre las arduas circunstancias que rodearon su génesis. 
El director, organista, y compositor finlandés Armas Maasalo (1885-1960). Fotografía de c. 1930

El 2 de noviembre escribe a Carpelan una carta que denota un estado de ánimo muy bajo, provocado posiblemente por su renovado apetito por el alcohol: "estoy en un terrible estado de depresión, viendo todo en la más negra penumbra, salvo lo lejos que he llegado como compositor. La gente está trabajando contra mí. No quiero dar nombres, ya que me produce una gran pena [...] Yo creo en el valor, y esa es mi tragedia".

El 20 de noviembre completaría la última de las Humoresques para violín y orquesta, la opus 89d en el tono de sol menor, bajo la dirección de un motto rítmico tan característico del autor, que encontramos en otros trabajos como en El retorno a casa de Lemminkäinen opus 22 nº4

Jalmari Finne le había enviado una revisión del texto de la Marcha Scout, y nuestro autor trabajo con mucho esfuerzo hasta encontrar la fórmula definitiva, ya que el encargo nunca le entusiasmó. El 27 de noviembre completaba la redacción, una partitura para piano con el texto escrito en la parte superior. La obra conocería varias versiones, incluyendo una para coro mixto y orquesta que debe de datar de esas mismas fechas. No se trata de un trabajo muy destacado, pero ha sido ampliamente utilizado y con orgullo por el movimiento escultista (convirtiéndose de hecho en 1950 en el himno oficial de las Chicas Scout).

El 17 de diciembre el compositor asiste al estreno de la Segunda Sinfonía de Leevi Madetoja, dirigida por Kajanus, y Sibelius se ve muy impresionado por el trabajo de su antiguo alumno. Tras el concierto recibió la buena noticia de que un mecenas, Otto Donner, le cedía 10000 marcos. En el mismo evento fue asaltado literalmente por un joven poeta, Jarl Hemmer, que estaba escribiendo el texto de la cantata que Sibelius había aceptado componer. Esta música coronaría la inauguración de la Åbo Akademi, la universidad sueco-parlamente de la actual Turku, que renacía de sus cenizas tras la guerra y trataba de recuperar su pasado esplendor. Una vez consolidada la República de Finlandia Jean Sibelius se convertiría en el compositor nacional, un símbolo de alma finlandés durante la opresión rusa, y fueron muchas las ocasiones solemnes para las cuales nuestro autor recibió encargos, permitiéndose el lujo de rechazar muchos de ellos. Sibelius era ya un mito viviente, y se esperaba de él las partituras más grandiosas de su carrera. Al año siguiente en efecto vendría la versión definitiva de una de sus obras maestras, como narraremos en el próximo capítulo.

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Capítulo siguiente (37): la versión definitiva de la Quinta Sinfonía y los Días de Música Nórdica (1919)

jueves, 17 de octubre de 2013

1918-19: Guerra Civil. Blancos y rojos. La República de Finlandia

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En el año de 1918 encontramos de nuevo un año vital de la historia Finlandia, que el 1 de enero se enfrentaba al mundo en sus primeras semanas de independencia. Pero las circunstancias sociales y políticas no eran ni mucho menos positivas. El nacimiento de la nueva nación había sido traumático, y aun ese dolor se incrementaría con el suceso quizá más negro de toda su historia, la Guerra Civil. La situación económica amenazaba el desastre total, lo que a su vez  tuvo como efecto un caos de infraestructuras y transporte que impedían un abastecimiento normal.

El enfrentamiento hacía muchos meses que se consideraba inevitable, con una situación tan polarizada, y desde luego no fue ninguna sorpresa para ninguno de los dos bandos que ya claramente se habían construido, obviando las diferencias internas, a primera vista muy grandes. 

Monumento a P.  E. Svinhufvud, entre otros cargos primer ministro de Finlandia desde la independencia hasta el final de la Guerra Civil, junto al actual Parlamento. Foto propia

El gobierno, sostenido por el bloque no socialista, tenía ante sí la amenaza real de la presencia de tropas rusas en el territorio nacional, tropas muchas veces descontroladas y que a su vez sufrían luchas internas en paralelo al conflicto interno de la recién formada U.R.S.S. El primer ministro Svinhufvud inició contactos con Alemania - que comenzaría a ejercer una gran influencia, aunque poco visible para la mayor parte de la población - para salvaguardar la independencia, y quiso a formar una policía y un ejército propios, cuerpos de los que Finlandia había carecido durante el reinado del último zar. Su núcleo en principio debía estar formado por los Jäger, pero su regreso se retrasaría, y entonces el gobierno se centró en antiguos oficiales finlandeses que constituyeron parte del ejército imperial ruso, como Carl Gustaf Emil Mannerheim. El general Mannerheim, de ascendencia noble y muy conservador, recibió el 15 de enero la orden final del parlamento de organizar y comandar las fuerzas armadas, con la lógica oposición del bloque de izquierdas.

Monumento al general Carl Gustaf Emil Mannerheim (1867-1951), como comandante en jefe del ejército blanco finlandés, en la calle de Helsinki que lleva su nombre. Foto propia

El Partido Social-Demócrata se enfrentaba a una doble presión. Por una parte estaba la del gobierno, que ya sea por estrategia o por peso real, lo aisló políticamente. Por la otra parte en sus propias bases se sentía una progresiva radicalización, en especial proveniente de los antiguos componentes de la Guardia Roja, descontentos por no haber ido más allá tras la última huelga general de noviembre de 1917. La dirección del partido se fue inclinando gradualmente hacia el extremismo y planteamientos revolucionarios. Yrjö Sirola, que a la postre sería uno de los fundadores del Partido Comunista, afirmaba que abandonar a las masas sería un suicidio moral para el partido.

Los socialistas, en efecto, pensaban que si tomaban las armas e intentaban apoderarse del gobierno a la fuerza la mayor parte de la población les apoyaría, harta de aguantar la represión de los partidos burgueses. Contaban realmente con el apoyo del campo y de los obreros finoparlantes de la ciudad, unidos en una furia anticapitalista de obvia inspiración soviética. Se formalizó entonces el bando "rojo", que comenzó a luchar en Karelia entre el 17 y el 18 de enero. Al frente del mismo se había situado el general Ali Aaltonen, que como Mannerheim perteneció al ejército ruso, pero militaba en el partido.

Dibujo de Ali Aaltonen (1884-1918), comandante de la Guardia Roja al comienzo de la Guerra Civil

Por otra parte el gobierno se marcó el objetivo esencial de establecer el orden, poner en marcha la economía, acabar con la rebelión, las huelgas y protestas sociales, y liberarse completamente de la influencia rusa - a la que curiosamente habían llegado a acudir meses antes - . El gobierno se apoyaba en las clases media y alta suecoparlante, además de los granjeros y campesinos de todo el norte agrícola, dos tercios del país, y se radicalizaron hacia un conservadurismo a ultranza. Era el bando "blanco".

Mientras la lucha en torno a Viipuri se convertía en un enfrentamiento abierto, el día 25 la "Guardia Blanca" se convertía en el ejército del gobierno, y recibió la orden oficial de enfrentarse a la Guardia Roja. Esta fecha se ha situado como la del comienzo de la Guerra Civil Finlandesa.  

Guerra Civil

El bando de izquierdas intentó desde el primer momento apoderarse de Helsinki, formándose, a imitación de la revolución rusa, un Consejo del Pueblo. Mientras, Mannerheim tomaba posiciones en Vaasa (Ostrobotnia, la costa oeste, suecoparlante, del país), donde se establecieron algunos miembros del gobierno. 

En el comienzo de la guerra, que duraría unos tres meses, las fuerzas rojas controlaron la mayor parte del sur de Finlandia, la zona industrial y de los mayores latifundios agrícolas, incluyendo las principales ciudades del país: Tampere, Viipuri, Åbo / Turku, y muy pronto Helsinki. Esta armada tenía a su favor su mayor número de efectivos, pero siempre mal organizados, entrenados y dirigidos, y careciendo de un objetivo militar claro más allá de la pura defensa. El mando del ejército pasó por distintas manos durante las pocas semanas de la guerra. Además, la dirección socialista no coincidía plenamente con el Comisariado del Pueblo de Finlandia, establecido el 29 de enero, que trató de impulsar medidas revolucionarias como la liberación de las obligaciones de los granjeros frente a los propietarios. El Comisariado fue presidido por Kullervo Manner - que sería el último comandante de la Guardia Roja -, contando entre otros con Otto Ville Kuusinen e Yrjö Sirola, y la aprobación de Lenin, en lejana pero constante vigilancia.

La social-democracia sería acusada posteriormente de querer defender la democracia burguesa, no sin razón, ya que rechazaban tanto la visión bolchevique como la influencia soviética, con una apuesta indiscutible por la independencia total. Esta división acabaría causando tras la guerra la secesión del partido de parte de sus miembros, que crearían el Partido Comunista de Finlandia, dirigido por el ala más claramente revolucionaria. Este sector de la izquierda proclamaría sobre el territorio controlado la República Socialista de los Trabajadores de Finlandia ("Suomen sosialistinen työväentasavalta" en finés, "Finlands socialistiska arbetarrepublik" en sueco). 

El bando rojo contó con el apoyo efectivo de tropas bolcheviques, si bien su número y su importancia real serían mínimos, y tras la firma de tratado de Brest-Litovsk el 3 de marzo, la U.R.S.S. sólo pudo aportar armas y suministros. Mientras, las tropas alemanas sí que ejercerían un gran poder sobre el bando blanco, aunque su número fue igualmente mínimo.

Los nacionalistas no sufrían de las divisiones internas de la izquierda, y tenían claro su objetivo de aplastar la rebelión e implantar un gobierno legal. Mannerheim se puso al frente de un ejército más profesional y organizado, incrementado pronto por los Jäger, que gozaban de gran apoyo popular, y de milicianos voluntarios suecos. El general tuvo continuas discusiones con los Jäger - que como dijimos tenían ideas próximas al supremacismo - por la utilización de oficiales suecoparlantes y/o provenientes como él del ejército imperial. 

Las disensiones en el interior del movimiento blanco no afectaron a la fuerza común: los más conservadores pretendieron acabar con el parlamentarismo que había mostrado sus problemas el año anterior, e implantar una monarquía con apoyo de Alemania, mientras que el ala moderada no quiso renunciar a la democracia y abominaba de la ayuda exterior, aunque en éste último aspecto modificaron su postura a la luz de los acontecimientos. En cualquier caso, durante la guerra llegó a funcionar un parlamento exclusivamente del bando de derechas, en Vaasa. 

El ejército rojo apenas consiguió victorias defensivas, exceptuando las batallas de finales de abril contra las fuerzas alemanas en retirada. Pero para entonces la guerra estaba ya perdida. El punto de inflexión se había producido entre finales de marzo y principios de abril en la Batalla de Tampere, considerada la más importante del conflicto. Y en efecto, fue el mayor encuentro armado de los países nórdicos hasta ese momento, y el más sangriento: más de 2000 muertos y más de 10000 prisioneros, acarreando además la destrucción de buena parte de la ciudad. En la batalla no hubo participación extranjera, lo que para la memoria posterior ejemplificó a la perfección la guerra de "hermano contra hermano". El 6 de abril las tropas rojas fueron derrotadas finalmente, trasladando los últimos esfuerzos a la capital y a Viipuri. 

Durante toda la guerra hubo numerosas matanzas en ambos bandos, hablando los historiadores tanto de un "terror rojo" como de un "terror blanco". Aunque desde el principio de la guerra se habían establecido reglas de compromiso que en teoría no toleraban dichos actos, las investigaciones más recientes señalan que ambos estados mayores no sólo permitieron los actos de violencia, sino que los contemplaron como parte de la acción bélica. Auténticos escuadrones de la muerte, formados por pequeñas unidades irregulares y rápidas de caballería fueron en busca de sus objetivos a lo largo de todo el territorio que dominaban. Mientras que los rojos ejecutaban a "enemigos de clase" (grandes propietarios, industriales, etc.), las matanzas blancas se centraron en militantes y oficiales de izquierda. Aunque tras la guerra el bando vencedor elevó las matanzas de blancos como las principales, las cifras reales se fueron conociendo con el tiempo, y la balanza se desequilibró hacia el lado contrario, con 1400 a 1650 blancos contra 7000 a 10000 rojos asesinados fuera del combate.

A finales de abril se tomó Helsinki, y el 5 de mayo se eliminaron las últimas fuerzas de importancia del bando rojo por parte de Mannerheim. Aun tropas rusas resistieron hasta el 14 y el 15, pero finalmente fueron expulsadas. El 16 de mayo se proclama la victoria de los blancos, con un gran desfile en Helsinki.

Vencidos y vencedores

Pero para Finlandia la guerra había sido un drama. Murieron unas 37000 personas, aunque se calcula que sólo poco más de una cuarta parte lo habían hecho en combate abierto, siendo el resto víctimas de los actos de terror y las condiciones de los campos de prisioneros. Gran parte de las víctimas eran adolescentes: una generación entera diezmada.
Al acabar la guerra había unos 80000 prisioneros, y el gobierno vencedor decidió aplicar juicios caso por caso. Aunque soltó inicialmente a unos 5000 encarcelados, principalmente mujeres y niños, finalmente unos 70000 fueron declarados culpables de traición. Sin embargo la mayor parte obtuvo libertad condicional. 555 fueron condenados a muerte, siendo aplicada finalmente la sentencia a 113 ejecutados. En realidad durante los procesos muchos habían muerto, ya por la indiferencia de las autoridades, que dejaron a los prisioneros en manos del hacinamiento, ya por hambre o enfermedad. El resentimiento, tanto por las matanzas, la derrota y la represión posterior dejó una huella de rencor y odio en la izquierda durante décadas, rencor y odio que sintieron a su vez el resto de la población por ellos. Políticamente la social-democracia fue alejada del poder máximo durante casi dos décadas, y el incipiente comunismo finlandés se exilió en gran parte a la U.R.S.S.


El campo de prisioneros de Suomenlinna 

En el bando blanco lo cierto es que la situación tampoco fue triunfal. Con la guerra ganada, las diferencias hasta entonces enterradas salieron a la luz, incrementadas por el radicalismo propio de una postguerra. El general Mannerheim, días después de ser el centro de los honores en el desfile de la victoria, dimitió furioso por sus conflictos con el gobierno: el poder analizaba con los alemanes la reorganización del ejército finés. La ideología Jäger además se imponía, queriendo expulsar de la armada a todos lo que se alejaran de su concepto de "verdadero finlandés" y patriota (Mannerheim desconocía prácticamente el finés en aquella época). A lo largo de la siguiente década lograron su objetivo, adueñándose de un ejército de clara orientación ultranacionalista.

Juho Kusti Paasikivi (1870-1956) sucede a Svinhufvud en la presidencia de la eduskunta (presidente de Finlandia al efecto), y se forma un nuevo parlamento, en el que se vetaría la entrada aquellos políticos que formaron parte de la rebelión. Por lógica el Senado resultante será de mayoría conservadora, con un único diputado social-demócrata, tres finalmente con el transcurrir de los días. La institución pide formalmente que las tropas alemanas permanezcan en el país, ante la amenaza rusa y de una guerra mundial que aún no había terminado.

El reino imaginado

La victoria blanca ha instalado en el poder lo que ha sido denominado por historiadores actuales el "partido alemán", que apoya en público al Reich y negocia en secreto con él. Se sospecha incluso que en muchas de las decisiones tomadas en este periodo los gobernantes locales no fueron más que títeres de los tejemanejes de Alemania.

La mayoría de estos políticos conciben el futuro de Finlandia como una monarquía, a semejanza del resto de las naciones nórdicas (y como postulaban en aquellos momentos también los recientemente independizados territorios bálticos). Bajo la influencia germánica empiezan a contemplar un nombre: el príncipe Federico Carlos de Hesse, a la sazón cuñado del emperador alemán, Guillermo II. El 9 de octubre el senado lo propone finalmente como futuro rey de Finlandia. 
Pero el peso del Reich pronto se hundirá, al ser derrotada Alemania en la Guerra Mundial en noviembre, con la abdicación del emperador el día 8 y la firma del armisticio el día 11. El partido "alemán" pierde su influencia, y el monarquismo inicia un lento declive. Lauri Ingman (1868–1934) es elegido nuevo primer ministro, mientras el país permanece en el impasse de dirimir qué sucedería respecto a la jefatura del estado. El príncipe Federico Carlos no llegaría a reinar, ni siquiera llegó a pisar el país nórdico. El 14 de diciembre renuncia oficialmente al trono, al parecer presionado por los aliados, triunfadores de la Gran Guerra.

El día 18 de diciembre el gobierno pasa de nuevo a manos del general Mannerheim en calidad de "regente", con Ingman mantenido en el cargo, legítimamente emanado del parlamento. El
barón suecoparlante, antiguo general del zar,  trata de conseguir el apoyo del antiguo entente imperial ruso, elaborando un plan con los exiliados para invadir Petrogrado y expulsar a los bolcheviques. Se pretendía que una vez se disolviera el parlamento, tras la aprobación de la nueva constitución que se estaba redactando, se aprovechara el interregnum para convocar la intervención. 

El gobierno de regencia presidido por Mannerheim, quien está sentado en la cabecera de la mesa. 
El retrato del zar Alejandro I aún sigue presente, aunque Mannerheim ya no se sienta en el antiguo trono, que utilizaban los zares cuando acudían a Helsinki.

Mannerheim era apoyado por Gran Bretaña, pero EE.UU. y Francia desconfiaban de él. El gobierno social-demócrata habían comprado víveres a EE.UU. en 1917, y sólo podían llegar al país desde América y con el apoyo de la Conferencia de Paz de París. El general detentaba en la práctica un poder absoluto, dictatorial, y muchos creían que debía abandonar el poder cuanto antes. Él mismo tenía muchas dudas sobre la guerra planificada, y decidió finalmente anular la iniciativa.

En los siguientes meses los cambios políticos fueron rápidos, pero firmes y definitivos. Entre el 17 y el 28 de diciembre se celebran elecciones locales, por primera vez bajo sufragio universal. Entre el 1 y el 3 de marzo de 1919 llega la hora de las elecciones a la eduskunta, que arrojan una mayoría relativa de los social-demócratas, con 80 sobre los 200 escaños, aunque sus oponentes se coaligaron para que perdieran la mayor parte de sus propuestas y no tocaran el poder. 

Se pone  entonces en marcha el proceso constitucional, presidido por Kaarlo Juho Ståhlberg, perfilándose progresivamente la opción de una república presidencialistacomo forma de gobierno, frente a la idea monárquica del sector más conservador, o el parlamentarismo que propugnaban los social-demócratas.

La República de Finlandia

Mannerheim ratifica la nueva constitución antes de que se realizara la primera elección del presidente de Finlandia en el parlamento (no fue hasta la Constitución del año 2000 cuando el presidente sería elegido por sufragio universal). El barón se presentó a la votación con el apoyo del Partido Coalición Nacional y el Partido Sueco, esperando arrastrar más votos y ganar. Pero no obtuvo los votos suficientes y se alejó de la vida pública, convirtiéndose en un mito viviente de la Finlandia conservadora y nacionalista. Aunque no sería para siempre.

El elegido
el 25 de julio de 1919, por 143 a 50 votos, fue un jurista de renombre, con una fuerte capacidad de concordia y poco ambicioso, Kaarlo Juho Ståhlberg, candidato de su formación, el Partido Nacional del Progreso, de carácter liberal, y del Partido Agrario.

Monumento a K. J. Ståhlberg (1865-1952), primer presidente constitucional (1919-1925) de la 
República Finlandesa, junto al actual Parlamento. Foto propia

Entonces comienza verdaderamente el siglo XX en Finlandia. Ha pasado lo peor, pero los primeros años serán difíciles, con una nación en gran parte aislada por decisión propia, temerosa de sus vecinos rusos y de la influencia de otros países, buscando su propia identidad. Es un tiempo nuevo, pero no escapa a su pasado reciente. La violencia seguirá pesando en las conciencias de los finlandeses. Los hombres y los grupos radicales que habían detentado el poder, aunque fuera durante semanas, tratarían de recuperarlo. Los herederos de los bandos de la guerra seguirán reprochándose los males de la misma durante los discursos políticos, atribuyendo a la acción del contrario las nuevas penurias. La recién fundada República de Finlandia vivirá unos años de entreguerras complicados, llenos de tensiones ocultas, crisis, y todo tipo de obstáculos. Pero fueron los primeros años de la largo tiempo anhelada libertad.
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Para el presente artículo se ha consultado principalmente de los libros "Historia de Finlandia" de David Kirkby (2006, edición española de Akal, 2010), y "Los países nórdicos en los siglos XIX y XX" de Jean-Jacques Fol (1978, edición española en Nueva Clío, 1984). 
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miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cuarteto de cuerda en re menor opus 56 "Voces intimae" (1909): (y 7) Discografía


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Finalizamos esta serie dedicada al Cuarteto "Voces intimae" con un recorrido de las principales grabaciones. La discografía del cuarteto es, como en el caso de otras obras del compositor, cuando menos peculiar. La partitura era parte del repertorio de muchos grandes cuartetos hasta la Segunda Guerra Mundial, especialmente durante la explosión de popularidad de los años treinta (de entonces data, por ejemplo, una grabación del Nuevo Cuarteto de Budapest que por desgracia no hemos podido incluir en este post). Pero con el descrédito post-adorniano, el interés devino en exclusivo entre los círculos habituales del músico nórdico. Esto es, como veremos con prácticamente toda la discografía que comentamos (que es aproximadamente entre ocho y nueve décimas partes del total), las grabaciones se circunscriben a conjuntos nórdicos, como es esperable sobre todo finlandeses, por una parte; por otra, conjuntos de países anglosajones. También podemos encontrar desde cuartetos casi amateurs, o de pocas ambiciones, hasta a algunos de los más grandes conjuntos de las últimas décadas.

Podemos también ofrecer una perspectiva general sobre la forma de afrontar la partitura en cuanto a la expresión. Existen dos vías de hacerlo, una intimista, lírica y contenida - como la del Cuarteto Melos -, y otra más dramática, pesimista e intensa - como la del Julliard -. Ambas opciones son válidas respecto a las intenciones del compositor para con esta obra, aunque puede resultar llamativo cómo los intérpretes han visto las posibilidades para optar por una o en otra. En cualquier caso, como hemos recalcado en otras discografías (y lo haremos en futuras) creemos que la mejor versión está todavía por venir.


Cuarteto Melos
HARMONIA MUNDI (2000)


La del cuarteto Melos es una grabación formidable de la obra, que parte del hecho del entendimiento de la dimensión de la obra, su sentimiento íntimo sin sentimentalidad, su dramatismo y pesimismo sin estridencias. Y lo hace además aportando, como haciendo honor a su nombre, un tinte especialmente melódico a la obra.
El Allegro molto moderato se instala en el lirismo y ternura, y el drama sutilmente insinuado, pero sin asomo de teatralidad. El mejor trabajo del cuarteto está en la clarificación del entramado contrapuntístico, lo que sin duda va muy bien con la intención del autor. Se ahonda en ese contraste de texturas aún más en el Vivace, dejando al oyente una sensación inquietante, de nuevo adecuada a la perfección con la partitura, que además cuenta con una expresión cuidada, abordada desde el punto de vista más lírico posible. El Adagio di molto
resulta sencillamente maravilloso, y constituye el centro de gravedad tanto de la obra como de la interpretación, dando a entender la pluralidad de emociones que dan título a la obra como un debate interior en el que no existe un vencedor, sino una sumisión ante la gravedad del destino. El conjunto traduce el movimiento como una elegía, y establece conexiones muy acertadas con los últimos cuartetos de Beethoven. El devenir dramático entre movimientos también está muy logrado, y la aparición del Allegretto como una danza oscura (más vals finisecular que minueto fáustico) nos devuelve al drama que parecía ahogado en los últimos maravillosos compases del movimiento lento, y que aquí llega al paroxismo. El Allegro final ataca en el mismo sentido, de nuevo con un excelente dibujo del tejido polifónico y los contrastes dramáticos, dando además pleno sentido a las auras sibelianas. Una grabación magnífica, a ratos incluso sublime. Obligatoria en su cedeteca sibeliana.

Interpretación: 9,5  Estilo: 8  Sonido: 7,5


Cuarteto Tempera
BIS (2007) - [también Sibelius Edition vol. II]


Bis apostó por grabaciones nuevas, efectuadas ex proceso, para su integral de la obra de Jean Sibelius en su apartado de partituras cuartetísicas. Para ello preparó el registro con un joven cuarteto local, el Cuarteto Tempera, constituido exclusivamente por mujeres. Pero no prejuzguen al consorcio como fruto de un nativismo o de una cuota femenina: la música habla por sí misma, y la grabación demuestra que sin duda la partitura es la absoluta protagonista, bajo una interpretación realmente formidable. El mimetismo con las notas escritas por Sibelius es tal que llega a equilibrar a la perfección las opciones lírica y dramática, rotuladas al principio del post casi como antagónicas. Sin duda el sello sueco ganó su apuesta, dejándonos uno de los mejores discos del mercado.

El movimiento inicial, en su tempo justo, nos muestra un amplio abanico de sensaciones, desde el delicado y hondo diálogo inicial hasta los clímax más intensos, con un gusto exquisito por el detalle y por los colores instrumentales, que hacen sentir una variedad tímbrica casi orquestal, sin perder nunca la dimensión cuartetística. El segundo movimiento es tremendamente ágil, vertiginoso incluso, vibrante en cualquier caso, golpeando la percepción del oyente con su caleidoscópico impacto. El tercer movimiento revela todo su potencial emocional: el detalle de nuevo es cuidado al máximo, pero sin llegar a manierismos, y cada pasaje explora todos los sentimientos en él contenidos: melancolía, tristeza, frustración, anhelos, nostalgia, contemplación de la belleza, pesimismo, redención... Hemos de estar atentos siempre a momentos sublimes como el del solo "en aura" del primer violín, que deja sin respiración, como las polifonías tan bien delineadas, sin confusión pero al tiempo transmitiendo  la sensación de falta de dirección que pide el compositor, o como el glorioso camino hacia la coda. Sublime. El cuarto movimiento impone toda su fuerza, y se desvela sin duda como mejor de la discografía, con una intensidad que llega al estremecimiento, entre el árido y arrollador minueto y el fatídico vals, con torbellinos plasmados con gran capacidad pictórica. El refinamiento y el detallismo del Finale permiten que brille con toda intensidad, y que la multitud de elementos dramáticos quede perfectamente integrada en un fresco y apocalíptico huracán de energía. De nuevo el mejor de la discografía. La coda, diabólica, es una carrera al abismo, y los últimos acordes nos pueden dejar temblando, permaneciendo largo tiempo en nuestra memoria.
Recordamos además que el disco presenta la única grabación hasta ahora de la coda original, a modo de anexo, coda que Sibelius sustituyó para su publicación.
Pocos peros, más allá de la prudencia ante la exageración, podemos poner a este registro. Referencia obligatoria, y quizá primera opción para quienes demandan escuchar antes la obra en sí que una interpretación de la obra.

Interpretación: 9  Estilo: 9,5  Sonido: 8


Cuarteto Julliard
SONY (1990)


El cuarteto americano nos propone una lectura moderna y muy centrada en las posibilidades expresivas de la partitura, con aspiraciones hacia lo más trascendental y espiritual de lo que puede dar de sí la obra de Sibelius, dando tono muy oscuro y pesimista, de sonoridades amplias y muy emotivas.
El primer movimiento tiene siempre un toque trágico, ahogado y hasta pálido, desbordando el dramatismo contra cualquier complacencia en su lado más lírico. Los integrantes del cuarteto están perfectamente conjuntados, compartiendo una misma visión de la partitura. El segundo tiempo posee una cualidad furiosa, casi diabólica, a ratos dura incluso. El tercer tiempo ahonda en la sensación de desolación, creando un clima casi sobrenatural y fantasmagórico, próximo a los últimos cuartetos de Beethoven, con toques de dolor profundo y caminos hacia lo inexorable. De gran intensidad es la voz solitaria del violoncello antes de la coda del movimiento, que se ve incapaz de contrarrestar tanto sufrimiento callado. Para el Julliard el cuarto movimiento describe una escena de baile casi de relato de Poe, contrastando la rigidez del tema principal con las auras espectrales que lo rodean, que se transforma en recuerdo nostálgico en la vuelta del tema. El Finale lo es en el pleno sentido de la palabra, con un poderío casi sinfónico, sentenciador y fatídico. Una excelente versión, más que recomendable. 

Interpretación: 9  Estilo: 7  Sonido: 7
  
Nuevo Cuarteto de Helsinki
FINLANDIA RECORDS (1997)

Una lectura pasional, muy estilística y apreciable, a pesar de la modestia del cuarteto. El amor a la partitura se hace patente, y se eleva mucho por encima de sus a priori limitaciones. En la línea dramática, tienen poca cabida sus "intimidades", pero la lectura es francamente buena y plenamente idiomática.
El Allegro molto moderato es melancólico, sentimental pero sentido, de un dramatismo algo turbio pero más que efectivo. El Vivace es muy ágil, lleno de nerviosismo sibeliano, junto con un buen dibujo de "auras" y de los expresivos silencios de la pieza, importantísimos. El Adagio vuelve al drama, sentimientos desbordados que no obvian el lirismo, con momentos muy intensos, realmente soberbios. Los compases finales verdaderamente catárticos. El carácter del Allegretto es modélico, con su minuetto mefistofélico luchando contra el vals desvanecido y appasionato, y de nuevo las auras bien dibujadas y asumidas. El Allegro final, intenso y hasta furioso, ciertamente sensacional, es capaz de dejarnos sin aliento con su fuerza y su poder. Una grabación inesperadamente grande. Más que recomendada.

Interpretación: 9  Estilo: 8  Sonido: 7


Cuarteto Emerson
DEUTSCHE GRAMMOPHON (2004)

Lectura moderna y llena de elementos sibelianos la que nos propone este conjunto americano, que entiende la pieza como una obra de carácter trágico y grandioso, lleno de conflictos intemporales, resaltando los aspectos más avanzados del cuarteto, aproximándolo de hecho al último Beethoven tanto como a sus contemporáneos europeos. A destacar su trabajo rítmico, lleno de agitación y tempi acelerados (una de las interpretaciones más rápidas de la discografía). Sólo denotar cierta frialdad en ocasiones, por querer marcar distancias con lo romántico, algo de lo cual no hay que prescindir nunca del todo en Sibelius, incluso en las obras de este periodo, por definición anti-románticas.
El primer movimiento es agitado y nervioso, con una sensación de desasosiego total y una pena profunda. Las sonoridades son amplias, incluso a veces orquestales, lo cual puede percibirse también en el segundo tiempo, lleno de fuerza telúrica. El tercer movimiento tampoco deja instantes para el descanso, acentuando sus debates internos, y llegando a momentos de gran dramatismo. El cuarto tiempo apunta a una danza finisecular, llena de contrastes emocionales, desde la rigidez de sus inflexiones iniciales de minueto hasta las lágrimas de un delicado vals que asoman en algunos compases. El final de nuevo apunta a un mundo más orquestal, con un excelente juego de las distintas masas sonoras, y un buen tratamiento de los aspectos rítmicos. Los últimos compases nos deja finalmente con la misma sensación de desconsuelo que brilla a lo largo de esta interpretación. Muy recomendable, en especial para los que busquen al Sibelius más avanzado.


Interpretación: 8,5  Estilo: 8  Sonido: 8
Cuarteto Guarnieri
PHILIPS (1989)

Uno de los clásicos absolutos de la discografía del cuarteto, con una lectura también moderna pero refinada, repleta de drama pero sin teatralidad, de sonoridades audaces pero sin perder sentido lírico ni sentimientos benignos. En fin, una lectura que entresaca muchas de las posibilidades del cuarteto, aunque algunas de las peculiaridades del estilo de Sibelius en general no se ven reflejadas en la partitura, lo que hace perder parte de su efecto.
En el Allegro molto moderato se aborda con delicadeza los conflictos internos, acentuado las irregularidades y los contrastes de los diferentes temas y motivos musicales, así como de los distintos planos instrumentales, logrando un importante efecto dramático. En el Vivace se cultivan los mismos elementos, dando como resultado un movimiento audaz y de gran modernidad, lleno de sorpresas, que nos deja un poso turbador. El Adagio di molto evita cualquier complejo romántico, y de nuevo explora sus cualidades avant garde y sus sentimientos encontrados, sin prescindir del lado más cantabile, y acentuando además esa sensación de inquietud que recorre toda la interpretación de los Guarnieri. El Allegretto se plantea temeroso, sin mucho carácter de danza, lo que transforma la dimensión de lo dionisiaco y oscuro en Sibelius en una vacilante oscuridad. El Allegro final parece volcar todo el drama de los movimientos anteriores, precipitando toda la energía contenida, aunque quizá algunos momentos habrían sido mejor manejarlos con mayor rotundidad. Muy recomendable también.

Interpretación: 8,5  Estilo: 7  Sonido: 7,5

Cuarteto Jean Sibelius
ONDINE (1991)

Registro correcto, con gran conocimiento del mundo sibeliano y de la partitura - aunque la elección de los tempi sea bastante subjetiva -, aunque la modestia del conjunto no haya permitido el milagro.
Una introducción muy lenta da paso a un allegro en cambio bastante rápido, contenido, que incide en lo lírico, con un constante clima de expectación e inquietud. Quizá algo más de drama no le hubiera venido mal. El segundo tiempo sobresale más, sus ritmos nerviosos y su emoción le dan un toque algo extravagante. En el movimiento lento (más lento de lo habitual) el cuarteto finlandés hace su mejor contribución, con un canto hermoso e intenso, lleno de la magia que imprimía Sibelius a los instrumentos de cuerda, con nostalgia incluso. Los legati son destacados, así como el cuidado que ponen de nuevo en el ritmo, aprovechando el valor de las síncopas tan características del autor. El cuarto movimiento sigue muy fielmente las intenciones del autor para con este tiempo, con un minuetto delicado, un vacilante vals, y el uso turbador de las auras y los momentos de desconcierto. El quinto movimiento se ajusta también a las intenciones del autor, con su agitación constante y sus contrastes de atmósferas y de ánimos, si bien falta quizá la fuerza necesaria... Recomendable por su innegable sabor nórdico, pero no podemos situarla entre versiones de "sobresaliente".

Interpretación: 7  Estilo: 8,5  Sonido: 7

Cuarteto Voces Intimae
BIS (1974, 1988)

El cuarteto finés que coge su nombre precisamente de esta pieza, en una de las grabaciones pioneras del sello sueco. Sin ser un conjunto demasiado conocido internacionalmente, no carece de calidad, y en esta grabación hace un buen trabajo, con modestia, pero aportando una lectura muy estilística, apasionada y teñida en especial de una oscuridad y un pesimismo intenso y arrebatador. El Allegro molto moderato posee un buen sentido dramático y momentos de gran intensidad, sólo atenuados por cierta falta de técnica. El Vivace acierta plenamente en cuanto a velocidad y al carácter de la pieza. El Adagio di molto imagina una escena romántica, sentimental pero con anhelos de profundidad y un gran pesimismo nórdico. El primer clímax mantiene una dimensión casi orquestal, y un torbellino de sensaciones extrañas en el pasaje imitativo. El Allegretto posee una formidable sensación de oscuridad, de evocación triste de una danza del pasado. El movimiento final adquiere de nuevo una dimensión cuasi sinfónica, y sones aún más fatalistas e intensas carreras hacia el abismo. Desigual pero estimable versión.

Interpretación: 7  Estilo: 7,5  Sonido: 6

  

Cuarteto Tetzlaff

AVI-SERVICE FOR MUSIC (2010)

El cuarteto Tetzlaff (su primer violín, Cristian Tetzlaff nos ha dejado otras brillantes interpretaciones sibelianas) entresaca la dimensión más moderna, vanguardista incluso, de la obra. Con un notable contra: cierta desorganización de partitura y equilibrio instrumental. Muy desigual en cuanto a estilo, con ritmos nerviosos y buena limpieza tímbrica pero quizá demasiada modernidad (el disco se acompaña de un cuarteto de juventud de Schönberg). Desde el primer tiempo el cuarteto opta por una lectura trágica de la obra, explotando los contrastes dramáticos al máximo y cuidando los detalles, aunque lo hacen a costa de cierta sensación rapsódica o improvisatoria. El segundo tiempo se ve más beneficiado de esta exploración, dándole un aspecto muy especulativo y contemporáneo. El tiempo lento huye de fantasmas románticos para alcanzar una visión más mística y dolorosa, próxima en ocasiones al último Beethoven, cuando no a un Bartók o un Shostakovich, con la desolación como sentimiento general, aunque con grandes zonas de serenidad más clásica. En el cuarto movimiento el conjunto pasa de puntillas por el planteamiento del tema para concentrarse en los turbadores desarrollos y fragmentaciones del tema, con buenos diálogos entre instrumentos, y un final de movimiento avasallador. El quinto movimiento tiene un enfoque aún más dramático, no dejando tiempo para el respiro. Una versión muy interesante, que muestra las muchas lecturas que tiene la pieza, aunque tenga algunos puntos bajos.

Interpretación: 6,5  Estilo: 7  Sonido: 8

Cuarteto Gabrieli
CHANDOS (1989)

El Cuarteto Gabrieli aporta una mirada un tanto repertorista en esta grabación, de gran profesionalidad pero sin una profundización real en el mundo sibeliano. A veces incluso denota cierta frialdad, en cualquier caso siempre entonando con elegancia y cierto porte clasicista, casi aristocrático, y un enfoque muy intimista, que desde no le va del todo mal al cuarteto.
El Allegro molto moderato comienza con un melancólico diálogo, transformado en anhelo no realizado al entrar el cuarteto al completo, todo bajo sones apianados y un clima de gran tristeza, en los que sólo a veces deja escapar cierta tensión (un ritmo en ocasiones demasiado constante impide dar más emocionalidad). El Vivace posee cualidades de scherzo, lleno de juegos rítmicos y tímbricos, quizá algo ligero. Está claro que el cuarteto británico ha puesto en el Adagio di molto el centro de gravedad de su registro, ahondando en sus profundidades con una mirada lírica, muy melancólica, no exenta de algunos arrebatos pasionales, aunque de nuevo la monotonía rítmica afecta a su potencial dramático. En el Allegretto aunque a veces la música suene bajo cierta rigidez clásica, asoma intranquilidad y espíritu pesimista, aunque no llega a constituirse el drama necesario. El Allegro final busca el drama, enfrentando los momentos de mayor intimismo con escapadas hacia la desesperación, y de nuevo el conjunto parece querer poner toda la carne en el asador. Estimable simplemente, pero hay varias versiones más recomendables.

Interpretación: 6  Estilo: 6,5  Sonido: 7

Cuarteto Coull
SOMM RECORDINGS (2008)

Una interpretación algo plana y académica. El cuarteto no capta la profundidad de la pieza, aunque hay que decir a su favor que lo aborda con seriedad, y sin duda con devoción al compositor.
En el primer tiempo se intenta explorar los contrastes espaciales entre instrumentos, mientras que la expresión está muy contenida. Al cuarteto inglés parece que se le dan mejor los movimientos rápidos: el segundo acierta en su velocidad, así como en dejar entrever cierta turbación inquietante. Para el tiempo lento se opta por una serena aceptación de la tragedia, con los momentos más líricos un tanto desaprovechados, aunque no faltan momentos de exaltación. Al cuarto tiempo le falta contundencia, aunque se aprecia el mismo carácter inquietante del segundo. El Finale es quizá es lo mejor de la grabación, con un carácter más resuelto y atrevido, incluso con momentos de gran fatalismo. Una versión menor, no obstante con algunos valores a tener en cuenta.

Interpretación: 5,5  Estilo: 6  Sonido: 8

  
Cuarteto de la Academia Sibelius
FINLANDIA RECORDS (1980, 1992)

La grabación se puede encontrar dentro de una "integral" (que deja fuera los movimientos sueltos y por supuesto los ejercicios) de los cuartetos de cuerda de Sibelius, lo que en su momento hacía muy atractivo este estuche (cuya grabación menos interesante es precisamente esta obra). Se trata de un registro primerizo del cuarteto, nacido del conservatorio que lleva el nombre del compositor, lo que se hace evidente por la falta de pericia técnica individual y del conjunto, aunque algo de estilo no les falta (no en vano casi cien años antes el propio Sibelius estudiaba en aquella entonces recién fundada institución), y desde luego no se puede argumentar falta de entusiasmo. 
El Allegro molto moderato se manifiesta algo pálido, falto de dramatismo, con desajustes importantes y quizá demasiadas libertades en el rubato. El Vivace resulta mucho mejor, ágil y nervioso, aunque de timbres un tanto rugosos. Con el Adagio parece que los intérpretes se crecen, y entonan un canto lírico y romántico, aunque sin la necesaria hondura. Al comenzar el Allegretto se hacen curioso como el primer violín se toma libertades con el tema, realizando la repetición del tema en un legato que no existe, para crear después un  contraste teatral desde luego no escrito. Todo el tiempo queda un poco descompensado por desigualdades interpretativas, aunque logra algo de su efecto turbador. El Allegro final posee las características del segundo, aunque quizá con más garra, lo que sin embargo evidencia aún más sus defectos. No demasiado recomendable de por sí; aunque no del todo mala contiene demasiados elementos mejorables.

Interpretación: 5,5   Estilo: 6  Sonido: 6,5

Cuarteto Dante
HYPERION (2010)

Sin tener una mala calidad técnica, el cuarteto no tiene la altura necesaria para la pieza, y sobre todo le falta mucho conocimiento del lenguaje sibeliano. El Dante toca la partitura, no sin gracia, pero no toca Sibelius. 
El primer movimiento es pálido y con tendencia a la monotonía, con un tono fundamentalmente melancólico. El segundo es sencillo, pero quizá un tanto estático e informe. El tercero tiempo vuelve a caer en la monotonía y en una rítmica muy mecánica y ajena al clima de ensoñación que requeriría la pieza, aunque tiene algún momento especialmente sentido, como el confidente solo de cello en el final. El cuarto movimiento es sobrio, quizá sea el mejor fragmento de la grabación, aunque no acierta a dar protagonismo al propio ritmo. También el movimiento de cierre tiene algunos puntos positivos, pero no aprovecha nada sus contrastes y el torbellino que forma nunca llega a impactar, aunque de nuevo el cello (el mejor músico del conjunto, sin duda), tiene una buena presencia. Dejemos este registro en el purgatorio de la discografía, hay bastante más donde elegir.

Interpretación: 5,5  Estilo: 4,5  Sonido: 7,5

Sophisticated Ladies      

BIS (1989)

El grupo, cuyo sonoro nombre procede de un musical de Broadway basado en música de Duke Ellington, hacía con ésta su primera y arriesgada incursión en el mundo del disco. Formado entonces por cuatro mujeres entonces jóvenes, se trata de un conjunto que ha tenido en su repertorio también obras jazzísticas y de rock, y a pesar del apoyo de Bis y una buena colección de instrumentos históricos parece que no ha tenido demasiado éxito en su carrera (que parece que sigue firme), más próxima al diletantismo que a un conjunto profesional. A grandes rasgos su lectura del cuarteto sibeliano (que acompañaba en el disco al JS. 183) se les planteó como demasiado ambiciosa, demasiado "seria" para sus posibilidades, aunque hay que reconocerlo, tampoco el naufragio es total. Y llenó en su momento un hueco en la discografía, al menos en la internacional, pero hoy en día el disco ha quedado más que desfasado. 
El Allegro molto moderato no llega a ser profundo, ni lírico; y en el Vivace hay atropellos, pero al menos se entiende su dimensión rítmica. En el Adagio di molto las cosas se toman algo más en serio, aunque si no hay hondura sí que hay cierta nostalgia romántica. El Allegretto sencillamente no se ha entendido, ni siquiera el diseño de los temas aparece como debe. Y en el Allegro que cierra la obra se nota incluso cansancio, sin expectativas ya de lograr algo bueno de la partitura, aunque en los últimos compases parece que un arranque emocional quiera superar la poca garra interpretativa. En fin, olvidable.

Interpretación: 3  Estilo: 2  Sonido: 6,5


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Capítulo 1: Historia de la obra
Capítulo 2: Cuestiones generales y I. Andante - Allegro molto moderato (análisis)
Capítulo 3:  II. Vivace (análisis)
Capítulo 4:  III. Adagio di molto (análisis)
Capítulo 5: IV. Allegro (ma pesante) (análisis)
Capítulo 6: V. Allegro (análisis)