viernes, 26 de abril de 2013

Biografía (31): las cuitas de "Scaramouche" y la magia de "El bardo" y "Luonnotar" (1913)

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1913 se convertirá en un año de intenso trabajo para Jean Sibelius, hasta el punto que, al contrario que había sucedido en las últimas temporadas, no efectuará ningún viaje al extranjero, ni dirigirá sus obras fuera de Finlandia. Su labor ese año será absorbente, casi claustrofóbico, aunque fruto de todo ello dejará a la posteridad un buen puñado de obras maestras.

A mediados de enero llegan al maestro las noticias de la ignominiosa negativa de los músicos de la Filarmónica de Viena de interpretar su Cuarta Sinfonía, pero aún le quedarían unos cuantos reveses a la obra en aquel año. Stenhammar dirige entonces la partitura en Gotemburgo, finalizando la interpretación con un "ruidoso silbido" y algunos educados y aislados aplausos. En una carta a su amigo un par de semanas después el músico sueco tratará de justificar la reacción en base a un público "burgués, con falta de interés en la música"... Pero la crítica tampoco habló favorablemente de la obra y, cuando semanas más tarde Stenhammar realiza un nuevo intento ante un público más favorable, tampoco el resultado, más benévolo, es el esperado, mucho menos para el hipersensible Sibelius.

En otras plazas la Cuarta Sinfonía parece estar sometida a la misma desigual suerte: mientras que en Berlín Busoni logra programarla con la Orquesta Blüthner, pero la velada se suspende, alegando el director enfermedad - en realidad hubo problemas de financiación-. En cambio en el mes marzo la introduce al público de Amsterdam, con una acogida mucho más favorable, en especial por una crítica a la que llama la atención su novedad y originalidad. El 2 de marzo la Filarmónica de Nueva York realiza el estreno americano, y su director, Walter Damrosch, se ve obligado a hacer un discurso de presentación de la pieza advirtiendo que no sabía si iba a ser del agrado del público. Y tendrá que presenciar cómo parte de la audiencia escapa de la sala de conciertos entre los movimientos. La crítica neoyorkina se encontrará también dividida, aunque quizá más abierta que en otros casos.

El director americano de origen prusiano Walter Damrosch (1962-1950), fotografía de 1908

A pesar de las noticias negativas, nuestro compositor no cesa su actividad, y en las primeras semanas del año compondrá cinco piezas para piano, las primeras de un cuaderno que llevará el número de opus 40, de carácter en general salonístico. La número 5, Berceuse, ha sido bastante popular en Finlandia, donde ha conocido unos cuantos - e infames - arreglos.

Alrededor de febrero acepta la petición de Anna Sarlin,  profesora de canto y una reconocida figura en la educación finlandesa, arreglando varias de sus piezas para coro femenino o infantil. El día 10 de ese mes finalizó la segunda de sus dos Serenatas para violín y orquesta opus 69, una pieza evocadora y llena de misterio que merecería un puesto mejor en el repertorio concertístico. 

Hubo planes acerca de una "pieza de carácter para pequeña orquesta" llamada "El caballero y la náyade", seguramente inspirada en el poema "Hertig Magnus" de Josephson al que había dedicado ya una magnífica canción en 1909. Mientras, otro proyecto orquestal cobra forma poco a poco, un pequeño poema sinfónico titulado El bardo opus 64, cuya versión original fue estrenada con éxito el 27 de marzo en el Teatro Nacional. Dicha versión, por desgracia perdida, fue enviada inmediatamente a Breitkopf, que la acogió con agrado, si bien argumentó que la composición parecía una introducción a una obra más amplia, y quizá debía componerse una suite entera partiendo de la obra. 

Nuestro compositor acogió inicialmente el reto, y mandó la propuesta de unas "Scènes historiques III" formadas por "El bardo", "El caballero y el elfo" [muy posiblemente recogiendo el proyecto de "El caballero y la náyade"] y "Rondó". Tras dar muchas vuelta a la idea, finalmente decidió dejar El bardo como una obra individual, una evocadora, casi impresionista y elusiva sucesión de imágenes sinfónicas, alternando con solos de arpa, sobre una idea musical muy sencilla, y sonoridades casi camerísticas e íntimas. Una obra maestra de la orquesta sibeliana. 

Sibelius revisó la obra antes de publicarla, y aunque no se conserva la versión original parece que efectuó muy pocos cambios a su planteamiento inicial. En cuanto a los otros dos movimientos de la suite prevista es más que posible que se puedan identificar, al menos como germen inicial, con dos bocetos orquestales que el propio autor titularía años más tarde como "Fragmentos de una Suite para Orquesta 1914 / Predecesor de Las Oceánidas", conectados ciertamente con el poema sinfónico que terminaría al año siguiente (para ampliar información sobre esta complicada historia, nos remitimos a los enlaces de tanto El bardo como de los fragmentos de la suite, que ya tratamos en extenso en su día). 

El 1 de mayo (curiosamente el día en que Finlandia saluda festivamente a la primavera), nuestro músico escribió dos de las canciones de Navidad del opus 1, la primera, "Nu står jul vid snöig port" ("La Navidad está en el nevado porche"), y la segunda, "Nu så kommer julen" ("La Navidad ha venido") de gran sencillez pero de inmediata belleza. A pesar de que el autor afirmó que se basaban en temas musicales de su juventud, no parece que su número de opus tenga otra razón que el eludir los problemas editoriales y completar el cuaderno al que había dado el primer puesto de su catálogo.

Mientras, el genio nórdico abordaba la composición de "Scaramouche", una música incidental que había aceptado con entusiasmo. Pero pronto el jardín se mostró lleno de espinos y malas hierbas. Por una parte, frente a lo previsto al principio por el músico, Knudsen quería para su pantomima una partitura integral, no una serie de números característicos, como era habitual en el género - y que tan buenos resultados había dado al compositor -, una ambiciosa idea que no era del agrado de Sibelius por superar el interés que despertaba en él el argumento dramático. Por otra parte nuestro músico observó una similaridad, más que obvia, entre el argumento de la obra y "El velo de Pierrot", del dramaturgo y novelista vienés Arthur Schnitzler (autor de la célebre "Relato soñado"), lo cual denunció ante su propio editor musical. Knudsen admitió la semejanza, pero se justificó diciendo que la obra estaba planeada antes de la Schnitzler (que ya tenía unos cuantos años). El asunto le provocaba una gran irritación: "me he arruinado firmando el contrato para Scaramouche". El compromiso no se podía eludir fácilmente, y la partitura ya avanzada, por lo que a pesar de todo prosiguió el encargo, no sin muchas dificultades, entre otras cosas por las revisiones y adiciones al diálogo que el escritor - quizá azuzado por la sospecha de plagio - iba enviando al músico.

En la vida familiar hubo experiencias mucho más positivas. El 10 de junio Ainola conoció un gran y feliz evento, la boda de Eva, la hija mayor de Jean y Aino Sibelius, con Arvi Palheimo, para la cual la casa del tranquilo lago Tuusula celebró una gran fiesta. En otoño su segunda hija, Ruth, daría otra alegría a la familia en su debut en el mundo de las tablas triunfando en el Teatro Nacional de Helsinki.

Otras partituras consiguieron alejar la mente a nuestro autor de la espinosa "Scaramouche". Una fue un cuaderno de tres canciones corales con propósitos educativos, encargadas nada menos que desde América por el compositor y profesor de música Horatio Parker - encargo que compartió con otros músicos europeos como Charles Villiers Stanford, Max Reger y Gabriel Piernè -. El resultado fueron sus "Three songs for American schools" JS.199, desde luego toda una curiosidad del músico finlandés en la lengua de Shakespeare.

Horatio Parker (1863-1919), fotografía publicada en 1913

En julio encontramos a Jean Sibelius trabajando en la que sería de nuevo una de sus obras maestras, "Luonnotar" opus 70. La obra, mitad poema sinfónico, mitad gran canción orquestal, reunía varias consideraciones de años anteriores. El primer lugar el motivo literario, la primitivista creación del mundo de acuerdo al "Kalevala" obsesionaba al compositor, quien años antes había sugerido un primer proyecto, proyecto no finalizado pero muy avanzado, cuyos bocetos no se trasladaron a la presenta obra (de estética musical muy diferente), sino principalmente a otra partitura de tema kalevaliano, La hija de Pohjola opus 49. Y en segundo lugar hay me mencionar que la obra fue expresamente compuesta para Aino Ackté, lo que la compensaba de la promesa de gran canción orquestal que años atrás había previsto sobre "El cuervo" de Poe, encargo frustrado que causó una incómoda disputa entre compositor y cantante

"Luonnotar" opus 70 se escribió con suma dedicación entre julio y agosto, y terminada el 24 de ese último mes. La partitura plasma una poderosa y esencialista visión orquestal, combinada con una ardua escritura para la soprano, de sonoridades mágicas y desnudas, con colores sobrios y recuerdos de cantos ancestrales. De nuevo una de los más formidables homenajes de Sibelius al mundo primordial de la mitología finlandesa. 

El genio nórdico envía la partitura para piano de la obra a Ackté, que la encuentra "brillante y magnífica", aunque teme que pueda sufrir dificultades con su parte, sobre todo con la entonación, hecho cierto - además del idioma finés - que ha echado para atrás a más de una soprano aún en nuestros días. 

En el ínterin, el 6 de agosto, había escrito una brevísima pieza para piano llamada Spaguonolo JS.181, que con ritmos casi de jota o de seguidilla, constituye una de las curiosas evocaciones al folclore de un país para el finlandés desde luego que lejano y exótico. Otras referencias a las melodías y ritmos españoles las encontramos curiosamente el bolero final de las Scènes historiques I opus 25, y de nuevo el recurrente bolero que se encuentra justamente en el "Scaramouche" que estaba escribiendo en esos momentos.

Tras acabar "Luonnotar", nuestro autor recibe una nueva comunicación de Horatio Parker, un nuevo encargo compositivo, esta vez de mucho más calado que las canciones escolares: los mecenas Carl Stoeckel y Ellen Battell-Stoeckel le solicitaban un nuevo poema sinfónico, de ni más de quince minutos, para ser estrenado en el Festival Musical de Norfolk (la ciudad de Connecticut), al año siguiente.  

Como decíamos a principios del post nuestro músico no se desplazó fuera de su país natal durante el año de 1913, perdiéndose el importante estreno de su "Luonnotar" opus 70 en Inglaterra. La obra formó parte de un amplio programa en la que la orquesta del festival (formada principalmente por músicos de la Sinfónica de Londres) interpretó obras de Wagner, un Concierto para piano de Mozart con nada menos que Camille Saint-Saëns como solista, obras del propio músico francés, de Sullivan, Dvořák, Debussy... además de la escena final de "Salome" de Richard Strauss y la pieza de Sibelius con Aino Ackté como estrellas absolutas. La diva telegrafió al compositor finlandés para darle cuenta del gran éxito de su "Luonnotar", nada menos que seis llamadas al escenario del entusiasmado público. 

Y aunque sin salir muy lejos, Sibelius sí tuvo oportunidad de asistir a grandes veladas musicales en Helsinki. En octubre pudo escuchar a Carl Nielsen dirigiendo sus obras, incluyendo su obertura Helios y la nueva sinfonía del compositor danés, la Tercera, "Espansiva", que nuestro músico contempló como "un buen trabajo pero sin, tal y como veo, compilar material temático. Pero es un genuino artista", definió nuestro músico al danés, a quien no mucho antes había considerado un "falso amigo". Menos positivo consideró el Falstaff de Elgar, que escucharía en noviembre, "algo confuso". Ciertamente la música del británico nunca  entusiasmó a Sibelius. 

Pero al tiempo nuestro autor asistía con poco agrado como el triunfo de otros músicos finlandeses causaba injustas comparaciones con su figura. Cuando Toivo Kuula estrenó sus músicas en San Petersburgo, en noviembre, la prensa rusa afirmó que el joven alumno de Sibelius había conseguido algo que ni su maestro ni Palmgren habían logrado: "la creación de un verdadero estilo nacionales finlandés" (sic!). Lo cierto Palmgren triunfaba en Berlín con su Segundo Concierto para piano, "El río", y los críticos locales comparaban su música con la de nuestro compositor, a pesar de que el estilo de Palmgren, tendente al impresionismo, se sitúa objetivamente lejos del de Sibelius.


El compositor Toivo Kuula (1883-1918), que llegó a ser uno de los pocos alumnos de Sibelius

Mientras proseguía con gran hastío "Scaramouche" ("me atormenta. Será la muerte para mí", anotaba en septiembre), otros trabajos podían salir más felices de su pluma, como la hermosa Rêverie opus 34 nº6 para piano a principios de noviembre. El día 27 se interpretaba por parte del coro YL una versión de "La reina cautiva" opus 48 para coro masculino y orquesta (la versión original de 1906 cuenta con un coro mixto). Se desconoce cuándo fue efectuado el arreglo, incluso si fue el estreno absoluto, pero muy posiblemente fuese escrito entonces. 

El encargo de la obra para EE.UU. comenzó a plasmarse en el papel pautado en esos días, al parecer de las cenizas de la proyectada suite para orquesta, de cuyo movimiento final tomó diseños para algunos de sus temas. Aún debería recorrer un camino arduo hasta materializarse en Las oceánidas opus 73, otra de las grandes partituras nacidas en este productivo año. 

Aparte de la música incidental para Knudsen y otras composiciones, nuestro músico tuvo otras preocupaciones en su vida diaria: "en días recientes he sido afectado por la más profunda pena. Durante un largo periodo mi amado hermano [Christian Sibelius] ha estado seriamente enfermo, con agotamiento (y anemia). El riesgo para su vida permanece, aunque ahora está algo mejor" escribe en su diario el 28 de octubre. Un mes después Christian se traslada a Ainola para pasar unos días y recuperarse, para gran regocijo de la familia.

"Scaramouche" opus 71 fue finalmente completada antes de llegar la navidad. La historia ala que nuestro autor puso música por completo comienza con el baile presidido por Leilon, en el que el violista Scaramouche, siniestro enano jorobado enfundado en una toga negra, intenta seducir a su mujer, Blondelaine. Cuando el baile termina, Scaramouche vuelve en buscarla para raptarla, pero ella lo mata con la daga de Leilon. Blondelaine sucumbe al frenesí de un baile que se torna más y más intenso, hasta que cae muerta, y Leilon se desvanece en la locura.

Sibelius divide la orquesta en tres partes: los ministriles y la viola de Scaramouche en el escenario, la misma viola también en el foro, y la orquesta principal. La instrumentación en general es transparente, casi camerística, pero está llena de color y ricos efectos sonoros. La partitura es amplia y sin duda ambiciosa (cerca de 64 minutos en la versión de Neeme Järvi en BIS, única grabación completa por el momento), con algunos momentos brillantes y de gran originalidad. Sin embargo está lejos de ser una partitura importante, y el poco entusiasmo del autor, aunque cumpliera con creces el encargo, puede ser en gran parte culpable de ello. 


Para añadir más leña al fuego de la obra no fue finalmente estrenada hasta 1921 (sic!), y a pesar de sus intenciones iniciales, Sibelius no realizó una suite de concierto (aunque sí arreglaría dos fragmentos para piano, y uno de ellos también para violín y piano). Jussi Jalas preparó una versión condensada de la pieza de cerca de 20 minutos, pero tampoco generó el interés por esta música. ¿Maldita o fallida? Quizá un poco de ambas cosas, pero llama la atención cómo constituye el único ejemplo de una partitura continua del autor de tales dimensiones. Pero dadas las contrariedades que atravesó no sería justo especular a través de ella (o través de la ópera breve "La doncella de la torre" de 1896), lo que habría sido alguno de los grandes proyectos abandonados de drama musical que recorren la biografía sibeliana. 

Entre el día de Navidad y Año Nuevo nacen las versiones orquestales de dos de sus canciones, "Våren flyktar hastigt" ("La primavera huye rápida") opus 13 nº4 (original de 1891) y de "Soluppgång" ("La salida del sol") opus 37 nº3 (de 1902), probablemente escritas para otra de sus musas, Ida Ekman, que las estrenaría en Turku al siguiente año. Un año muy importante en la carrera de Jean Sibelius y, como sabemos, un año que cambiaría el destino de Europa para siempre, poniendo fin a una "belle époque". Pero eso será el tema del próximo capítulo de esta biografía.