jueves, 25 de septiembre de 2014

Biografía (41): la Sexta Sinfonía, viajes por Suecia e Italia (1923)

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Si las entradas en el diario de Sibelius durante 1922 fueron escasas, en este año de 1923 serán aún menos aún- sólo dos páginas -, lo que unido a una disminución también de intercambios epistolares - no existe otro Axel Carpelan - nos deja el panorama de una época con menos informaciones personales de lo habitual. Aunque este año no estará menos exento de sucesos que el anterior.

Por de pronto el 14 de enero descubrimos en el diario que ya había acabado los tres primeros movimientos de la Sexta Sinfonía (no anotará nada más hasta cuatro meses después). Como ya comentamos, gran parte del material de la obra había sido concebido años atrás, incorporando ideas originalmente destinadas a proyectos como el de un segundo Concierto para violín o el poema sinfónico Kuutar, pero el trabajo en sí de la sinfonía fue bastante rápido, lo que denota un especial entusiasmo por la composición. 

La Sexta Sinfonía en re menor opus 104 se estrenó finalmente el 19 de febrero, con la Orquesta Filarmónica de Helsinki bajo la batuta del compositor. El programa se inició con obras ligeras, recientemente escritas también, como Autrefois opus 96b, el Valse chevaleresque opus 96c, la Suite champêtre opus 98b, la Suite caractéristique opus 100, junto con una de las Scènes historiques II opus 66. Sin duda estas piezas poco se corresponden con la profundidad y elevación de la maravillosa sinfonía, pero posiblemente Sibelius pensaba que debían ser igualmente conocidas. Todas las entradas fueron vendidas, como también las de su reprogramación tres días más tarde.

La sinfonía tuvo buen acogida, aunque su estilo era único sin duda su belleza caló muy hondo en los ánimos del público y la crítica. Evert Katila, en el Helsingin Sanomat realizó una buena síntesis: "más suave, de menor recorrido, más frágil en carácter. La Quinta es un imponente, exultante drama, la Sexta un puro idilio. La Sexta es también un poema en el marco de una sinfonía... el ánimo general es sereno, brillante como un luminoso día del final del verano finlandés". Otros críticos como Karl Ekman lamentaron la falta de dramatismo y grandes clímax.

Es cierto pues que la sinfonía se ha planteado con un ánimo mucho más íntimo y lírico que su anterior trabajo en el género, y por sus sonoridades idílicas, con toques casi panteísticos, se le ha llamado en ocasiones la "sinfonía pastoral del Norte". Es además su sinfonía más decididamente modal - re dórico antes que re menor - y polifónica, lo que contribuye ciertamente a su menor tensión dramática, desde luego plenamente intencional. Contiene además numerosos temas "rúnicos", melodías de carácter netamente finlandés (aunque sin usar materiales folclóricos reales). Intimidada por sus grandiosas compañeras, la Quinta y la Séptima, la Sexta Sinfonía se revela sin embargo como una de las obras maestras de nuestro compositor a quienes la conocen, uno de sus trabajos más singulares y personales.

Tras el estreno Jean Sibelius y su esposa Aino comenzarán un extenso recorrido por el extranjero, en el que unirán tanto una gira de conciertos como el viaje de placer, y que en ambos sentidos traerá buenos momentos en general

La primera parada fue Estocolmo, un viaje largamente preparado entre otros por un viejo amigo, Werner Söderhjelm, desde la delegación finlandesa en Suecia y Stenhammar. Allí además de Armas Järnefelt dirigiendo la Ópera Real se encuentra otro compatriota, Schnéevoigt, dirigiendo la Orquesta de la Sociedad de Conciertos (actual Real Filarmónica). 

El director cedió su batuta a nuestro compositor en dos ocasiones, el 1 y el 5 de marzo. En el primer concierto, con asistencia del príncipe de Suecia, dirigió algunos de sus trabajos con fama ya inamovible, como En saga, El cisne de Tuonela, la Segunda Sinfonía, mientras que en el segundo arriesgó con obras de los últimos años como Las Oceánidas o nada menos que la recién estrenada Sexta Sinfonía, además de otras poco frecuentes como Las novias del barquero de los rápidos opus 33 - cantada en alemán. Esta última balada con orquesta  contó como solista con el barítono John Forsell, de gran popularidad en su Suecia natal. De hecho relata Söderhjelm relataría cómo se le dispensó más atención que a la música de Sibelius.
 El barítono sueco "John" Forsell  (1868-1941), maestro entre otros de Jussi Björling

El 6 de marzo con la misma orquesta dirigió la Primera Sinfonía en el Salón de la Universidad de Uppsala, repitiendo programa al día siguiente de nuevo en Estocolmo. 

Estos eventos le supusieron grandes éxitos: "la música de Sibelius" - escribía el Svenska Dagsblater - "tiene el poder de vivir a través de las edades y tanto en los buenos tiempos como en los malos dar consuelo y solaz a la humanidad". Incluso su enemigo Peterson-Berger fue menos ácido que habitualmente en sus críticas. El mismo diario publicó una extensa entrevista con el autor, en la que habló de su nueva sinfonía: "con cada nueva sinfonía [...] he ganado un nuevo seguidor pero al mismo tiempo perdido alguno de los antiguos. En cualquier caso no pienso sobre una sinfonía sólo como música con éste o aquel número de compases, sino más bien como una expresión de un credo espiritual, una fase en la propia vida interna."

También hubo tiempo para lujosas soirées, como la organizada por el empresario Sven Palme (abuelo del presidente Olof Palme), en la que pudo coincidir con la princesa Ingeborg. El éxito de su visita hizo a Söderhjelm y a Schnéevoigt plantearse nuevos conciertos, que se efectuarían a su vuelta de Italia. También negoció ventajosos contratos con los editores locales.

La siguiente parada en el viaje, antes de ir al sur de Europa, sería Berlín, donde el matrimonio visitaría a Adolf Paul.

El 11 de marzo llegan a Italia, país que ya habían visitado conjuntamente en 1901, ocasión en la que había conocido la desgracia de la muerte de una de sus hijas y el nacimiento de su Segunda Sinfonía. Se hospedan en el centro de Roma, junto al Panteone. El diplomático y hombre de mundo Herman Gummerus - activista de la independencia finlandesa y miembro del movimiento Jäger - organizó su actividad musical, logrando que la Orquesta del Augusteo (actual Nacional de Santa Cecilia), dirigida por el compositor, interpretara el 18 de marzo un programa constituido en exclusiva por sus obras. Los Sibelius pudieron disfrutar de las recepciones que organizó con su familia, y con buenos contactos, consiguiendo hacer una gran publicidad del evento.


 Herman Gummerus (1877-1948). Fotografía de 1914
 

Su alumno y biógrafo Berngt von Törne estaba viviendo en la capital italiana en esa época, y pudo encontrarse al compositor en el Augusteo, sentado en el pasillo, esperando a que le llegara su turno tras el ensayo del director titular, Bernardino Milonari. Törne relata cómo al tiempo se oían constantemente los cantos de los pájaros de los alrededores, pero lejos de molestarse, Sibelius estaba encantado de su natural contribución a la música.

Su trabajo en Italia era muy poco conocido, a pesar de los valientes (y no del todo infructuosos) intentos de figuras como Arturo Toscanini por incluirlo en el repertorio. Por ello optó por no arriesgar e incluyó sus "clásicos": Finlandia, Pelléas et Mélisande, El cisne de Tuonela, El retorno al hogar de Lemminkäinen y la Segunda Sinfonía. No obstante la acogida fue tibia, algunos críticos incluso calificaron su música de remota e incomprensible... La propia Finlandia era escasamente conocida entre los italianos, y un artista de ese país les resultaba tremendamente ajeno.

Quizá nuestro músico hubiera acertado llevando sus partituras más avanzadas, conectando con el público más vanguardista. Pero precisamente, en una entrevista en el periódico La Tribuna, se muestra poco predispuesto a este sector, al igual que su entrevistador, Alberto Gasco: "entre los jóvenes finlandeses hay un movimiento hacia el internacionalismo que encuentro desastroso. Debussy es el tentador [...]; he percibido una tendencia entre algunos jóvenes sinfonistas italianos - sin duda artistas de calidad - hacia la influencia extranjera, en particular a Ravel" (sin duda referido a Respighi y/o Malipiero). Es un momento de fuertes disputas estéticas en Italia entre sectores más conservadores y nacionalistas, y el sector "futurista" - alentadas por el clima político del fascismo gobernante -, y nuestro músico parece alienarse, aunque sea superficialmente, por los primeros.

Gasco esperaba encontrar algún místico hechicero sacado de las sagas nórdicas, pero en su lugar encontró a "una buena persona, llana, ausente de toda pretensión, un caballero impecable de apariencia ligeramente militar". En la misma entrevista hay ideas mucho más sustanciales sobre su credo estético, en especial referidas a su "nacionalismo", en la que viene a explicar así mismo por qué el público mediterráneo le era (y es quizá) más ajeno: "mi música no es folclorística; yo nunca he usado motivos populares finlandeses para mis propios fines. He compuesto mucho en el estilo de la melodía popular, pero las notas mismas siempre han venido de mi propia imaginación, o mejor dicho, de mi corazón, en tanto soy un devoto finlandés. [...] Me he sumergido completamente dentro de la poesía y la mitología de Finlandia, y he puesto mucho de la primera y encontrado inspiración en la última, y en particular en el Kalevala, que es una inspiración infalible para todo artista  finlandés."

Tras Roma los Sibelius pasan una semana en Capri, para regresar finalmente el 1 de abril al norte, a través de Berlín. En la capital alemana tienen intención de visitar a Busoni, pero el amigo de juventud de nuestro músico está demasiado enfermo y no puede recibirlos. Al día siguiente su mujer les telefonea, diciendo que su marido podía hacer un pequeño esfuerzo, pero nuestro compositor declina el encuentro. Sibelius lamentará con el tiempo mucho esta ocasión perdida, ya que el pianista italo-alemán moriría al año siguiente y el músico nórdico no tendría más oportunidades de volver a verlo.

Finalmente el 5 abril llegan de nuevo a Suecia, esta vez con destino Gotemburgo, huéspedes de la cuñada de Wilhelm Stenhammar, Olga Bratt. En la ciudad sueca el genio nórdico dirigirá el 10 de abril un concierto con la Sociedad Orquestal en la que programará - no sin dificultades por enfermedad de gran parte de sus miembros - La hija de Pohjola y las sinfonías Quinta y Sexta. El éxito del concierto fue relativo, entre las dificultades de la orquesta y las del propio Sibelius en la dirección. Sin embargo fue celebrado efusivamente por una recepción posterior, organizada por Ture Rangström. Rangström era el nuevo director de la Sociedad que Stenhammar había abandonado recientemente, y que se convirtió en un buen amigo suyo. Nuestro autor consumió abundante vino, lo que dificultó su elocuencia en un discurso en el que pretendió alabar a su anfitrión.

Al día siguiente nuestro músico repetiría con la misma orquesta pero con un programa distinto, Rakastava opus 14, Las oceánidas y la Segunda Sinfonía. El ensayo por la mañana fue fluido, por lo que los organizadores permitieron al músico relajarse y acudir por la tarde, antes del concierto, a un restaurante. Llegaron las ocho y Sibelius no apareció, algo raro en una persona normalmente muy cumplidora de los horarios. Se le fue a buscar entonces al restaurante, donde estaba comiendo ostras y bebiendo una cantidad inmoderada de champán, prolongando los excesos del día anterior. Se le consiguió subir el podio, y el compositor cogió la batuta en apariencia sin problemas.  

Lo peor estaba por llegar: tras unos pocos compases, Sibelius interrumpió a los músicos y les encomió a empezar de nuevo. Al parecer... creyó que estaba todavía en un ensayo. Tras el nuevo comienzo la música sí pudo continuar hasta el final, sin nuevas sorpresas. Al terminar el concierto el compositor descubrió en su bolsillo una botella de whiskey, que furiosamente rompió, arrojándola a las escaleras de la sala. Estaba terriblemente avergonzado. Para el público el hecho pasó desapercibido, pero para él mismo supuso una gran vergüenza, aún más para su esposa Aino, que desde primera fila fue consciente de todo el bochornoso incidente, que tardaría mucho en olvidar.

Antes de volver a casa, a finales de abril, el genio nórdico dirigió una vez más, en la ciudad carelia de Viipuri, que no había visitado desde antes de la proclamación de independencia de Finlandia (durante el periodo de entre guerras perteneció a la República, pero tras la derrota de la Segunda Guerra Mundial la ciudad pasó a manos soviéticas, siendo hasta el presente el Vyborg ruso). Para entonces era una toda celebridad, el compositor de "Karelia", y fue recibido por una entusiasta multitud y las autoridades en la estación de ferrocarril. El concierto, que había sido preparado por el director titular, Boris Sirpo, y que consistió en Canción de primavera, El festín de Belshazzar y la Segunda Sinfonía, fue también un suceso multitudinario, con todas las entradas vendidas y algunos asistentes extras en escaleras y vestíbulo, por lo que nuestro músico repitió el programa en un matinée.

Finalmente el viaje concluyó en Helsinki, no sin dar oportunidad a otro evento, la celebración de los 60 años del escritor y editor Wenzel Hagelstam, amigo mutuo del músico y de Akseli Gallén-Kallela, con el que coincidió en los festejos.

Sibelius volvía de esa gira además con dos importantes condecoraciones: la Orden de Vasa, desde Suecia y la de Comendador del Orden de la Corona de Italia.

Medalla de la Orden de la Corona de Italia

Pero antes que de honores que eran nada más que eso, honores, nuestro músico anda más preocupado por sus facturas. La hiperinflación monetaria alcanza niveles record en Alemania, donde se imprimen billetes de por valor de un millón, y donde se publica la mayor parte de su música, Breipkopf principalmente. En julio recibió 1280 marcos alemanes por los derechos del Valse triste, de exactamente 24.000 copias, lo que no suponía... ¡ni la décima parte de un marco finlandés (que equivalía a unos 30 céntimos de euro)! Decide entonces unirse Sociedad de Derechos de Autores Alemanes, la más importante del país germano, aunque ello no le traerá los beneficios suficientes.

Durante el verano Wilhelm Kempff vista de nuevo Helsinki, acogido por Heikki Klemetti antes de pasar varios días como huésped de los Sibelius en Ainola. Para complacer a su anfitrión llega a tocar hasta en dos ocasiones diarias la Sonata "Hammerklavier" de Beethoven, que llevaría en los recitales de esa época y que causaba una honda emoción en el músico finlandés.

Durante el verano y el otoño se concentra de nuevo en un gran proyecto... ¡y de nuevo en una sinfonía! Sin apenas dejar respirar tras el estreno de la Sexta (obra que le satisfizo personalmente y que fue buen acogida, como veíamos antes), se embarca en la composición de la Séptima. Ya hemos señalado  que nuestro músico llegó a trabajar en lo que serían sus Quinta, Sexta y Séptima sinfonías al tiempo, si bien el trabajo definitivo de esta última se concentró entre este año de 1923 y el invierno siguiente. Años antes había concebido la obra en tres movimientos, el último un "rondó helénico" - según participó a Axel Carpelan -, pero durante los viajes de principios de año debió tomar una decisión drástica respecto a su forma: un único movimiento, no una sinfonía de movimientos enlazados (como la Cuarta de Schumann), sino un único movimiento sinfónico con toda la fuerza de una sinfonía. Aunque es difícil reconstruir su historia a través de los esbozos parece que la obra final se basa principalmente el segundo tiempo planeado, con algunos elementos del Finale.

A pesar del trabajo su ánimo era, como habitualmente, muy negativo: "la vida para mí ha acabado. Si estuviera de buen ánimo y tuviera un vaso o dos sufriría por ello mucho después" (3 de octubre). Al parecer le había hecho a Aino la promesa que le había hecho de no beber más que una copa al día.

El 6 de noviembre recibe una buena noticia para su economía: una donación de 100.000 marcos, la nada despreciable cifra de 32.240 euros actuales, por parte de la Fundación Kordelin, "no sólo para la promoción de la música finlandesa y para llevarla a nuevas sendas, sino también para hacer conocer la cultura finlandesa a través del mundo civilizado". A lo largo de estos años, y en la misma medida en que la economía del país se ha estabilizado, serán varias y cuantiosas las aportaciones públicas y privadas, situación que sin duda contribuirá mucho al final de su tarea compositiva. Mientras, su amigo Adolf Paul sufre en Berlín las inclemencias de la hiperinflación, y parece ser que nuestro compositor le envió algo de dinero.

Diversos compromisos lo apartaban en noviembre parcialmente de su trabajo en la sinfonía: los 60 cumpleaños tanto de su hermana Linda ("mis nervios están en un estado...") como de su cuñado Eero Järnefelt ("una ocasión conmovedora por una noble persona").

Al tiempo concreta el concierto de estreno de la Séptima para el siguiente 24 de marzo, en Suecia, compromiso que causó el absoluto nerviosismo de Aino: su marido no cumplía su promesa sobre el alcohol, lo que según su experiencia dificultaba su labor. La tensión en el matrimonio llegaba al máximo: "gradual reacción a la terrible atmósfera y esfuerzo aquí. Como si uno estuviera en estado salvaje. Miseria, depresión y penumbra. Y es en esta atmósfera en la que estoy tratando de componer. Pero simplemente tendré que resistir". Sorprende ciertamente que una sinfonía con pasajes "olímpicos" y luminosos como la Séptima haya sido creada en medio de esas duras luchas matrimoniales.

También se produce la visita de su amigo Wilhelm Stenhammar, que tocó su propio Concierto para piano nº2 bajo la dirección de Kajanus el 22 de noviembre. Precisamente aprovechando la visita ofreció al músico sueco ser el destinario de la dedicatoria de la publicación de la Sexta sinfonía, aunque por una la página correspondiente de la dedicatoria se perdió durante la edición en Hansen, por lo que no apareció en la primera publicación.

Sibelius se encuentra en estos años en su cima creativa, y ya no es célebre sólo en su propio país, sino que se encuentra entre los más laureados compositores de Inglaterra, Estados Unidos, Suecia... Y sin embargo sus circunstancias íntimas parecen no corresponderse con ese buen momento profesional. Tarde o temprano esos dos mundos, el exterior y el interior, acabarán chocando...
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Capítulo siguiente (42): la Séptima Sinfonía, amigos que se van, otros que llegan, y escenas de un matrimonio (1924)

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