miércoles, 22 de abril de 2015

Biografía (48): la fama internacional y la sinfonía imposible (1932-1939)

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A principios de 1932 Jean Sibelius batallaba con la composición de la Octava sinfonía. Su conclusión por una parte parecía próxima, pero sus inseguridades acerca de la obra le hacían retrasar más y más su finalización. A mediados de enero telegrafía a Kousseviztky: esa primavera le era imposible hacerle llegar la obra, y tendría que esperar por lo menos hasta octubre. 

En marzo su hija más joven, Heidi, se casa con el arquitecto Aulis Blomstedt. La casa de los Sibelius se queda pues para el matrimonio, pero pocas veces estarán solos. Además de la servidumbre, muchos visitantes se acercarán a rendir pleitesía al compositor a partir de entonces, siempre bien dispuesto a buenas charlas e intercambios de opiniones. Sólo parece haber un tema a evitar: su propia música. Pero periodistas a veces, y más frecuentemente autoridades, empresarios, escritores, músicos... tanto finlandeses como extranjeros serán bienvenidos a Ainola durante esa década. No faltaron tampoco las visitas de sus hijas y su cada vez más numerosos nietos, hasta un total de diez nacidos antes de la Segunda Guerra Mundial, a los que se sumaron seis más en los años siguientes. Todos ellos tendrán la suerte conocer en vida a su abuelo.

Sibelius, un café con Aino y su nieto Erkki Virkkunen (fotografía de los años 30)

A finales de abril, después de cinco décadas al frente, Robert Kajanus deja la dirección de la Orquesta Filarmónica de Helsinki (que él mismo había fundado), en manos de su otrora competidor Georg Schnéevoigt. El músico se despide con la Novena de Beethoven, de la que había sido pionero en el país. Pero el director, ya enfermo, aún no ha completado su legado, para lo cual viajará a Londres. 

El sello discográfico Columbia, que había auspiciado la creación de una Sociedad Sibelius, se había propuesto grabar la primera serie de sinfonías de Sibelius de la historia de la fonografía. El propio compositor sugiere en seguida el nombre de Kajanus para el ciclo inaugural. Dos años antes había grabado las dos primeras sinfonías, junto con dos movimientos de Karelia opus 11, a lo que se sumarán en aquel junio las sinfonías Tercera y Quinta, junto con La hija de Pohjola y la suite de "El festín de Belshazzar"

Comienza entonces una fiebre por grabar sus trabajos orquestales, en un momento en el que tanto la tecnología de grabación como la difusión discográfica habían permitido que las salas de  conciertos no gozaran ya nunca más de la exclusividad de los grandes compositores y los grandes autores. Aquel mismo año Leopold Stokowski había lanzado, aunque sólo para el ámbito de los EE.UU., la primera grabación de la enigmática Cuarta sinfonía

Al tiempo las salas de concierto se dejaban impregnar aún más de la fiebres: Koussevitzky tocará las siete sinfonías en Boston, ciclo que espera coronar en diciembre con el estreno de la Octava. El intérprete logra arrancar con su ciclo con grandes aplausos, que se completan con la primera grabación absoluta de la Séptima sinfonía, tomada en directo en mayo del año siguiente con la Sinfónica de la BBC.  

A Basil Cameron le había prometido el compositor también la nueva sinfonía, al menos su estreno europeo días después del internacional, como a Schnéevoigt el finlandés para esa primavera. Pero las esperanzas de todos ellos tuvieron que caer en saco roto.  En enero de 1933 el músico le escribe al director de origen ruso un telegrama desolador: "lamentándolo imposible esta temporada".

Sabiendo cómo terminaría la historia de la obra, podríamos preguntarnos una vez más si la sinfonía existía realmente. Pero lo cierto es que ese año nos deja una prueba bien palpable de que era algo más que castillos en el aire: se conserva una nota remitida al copista Paul Voigt, en la que le da algunas instrucciones sobre la partitura que está preparando a limpio, lo que demuestra que ciertamente al menos el primer movimiento estaba concluido, y por supuesto esperaba completar la obra muy pronto. Las promesas a Koussevitzky, Cameron, Schnéevoigt y otros dan cuenta a ello. Pero tras haber vislumbrado el castillo de su Santo Grial, las noticias y las referencias sobre la obra se diluyen hasta poco a poco desaparecer. Lo que hace sospechar que el compositor se ha apartado de la obra cuando estaba prácticamente acabada, y al perder este impulso no pudo volver a ella, aunque es casi seguro que debió intentarlo durante los años siguientes. 

Mientras su última gran obra se aleja, muchos de sus familiares y amigos se despiden del mundo. Su hermana Linda y su cuñado Arvid Järnefelt mueren en 1932, y en 1933 el pintor y vecino Pekka Halonen. Tras un tiempo de sufrimiento lo hará Robert Kajanus el 6 de junio de 1933, con gran dolor de nuestro músico. 

En noviembre, por petición de Cecil Gray, se estrenan su Intrada y Música fúnebre opus 111 para órgano en Londres, pudiendo el organista además improvisar sobre un pequeño tema de 9 compases que Sibelius había escrito para la ocasión. 

En 1934 Schnéevoigt lleva a también a Londres a la Sinfónica de Helsinki, con el objeto de completar - de nuevo por indicación del compositor - el ciclo que la muerte de Kajanus había dejado incompleto. En la capital británica graban la Cuarta, la Sexta y "Luonnotar" opus 70. Sin embargo al autor no le complace la interpretación de Schnéevoigt, y sólo da el visto bueno a la Sexta, que sería la única en publicarse en su momento. Una copia de la Cuarta fue sin embargo enviada a Thomas Beecham, que con instrucciones muy precisas de Sibelius realizará la primera grabación "oficial" de la Cuarta, y ciertamente un verdadero hito de la discografía sibeliana. Al año siguiente Beecham y Jascha Heifetz graban por primera vez también el Concierto para violín, un disco que no sólo se convertiría en un gran éxito internacional - y hoy en día un clásico -, sino que rescató de su relativo olvido a la obra y la situó para siempre entre los grandes conciertos escritos para el instrumento.

El año de 1935 vislumbra dos importantes eventos: el centenario de la publicación del "Kalevala" y el 70 cumpleaños del propio Sibelius. La efeméride kalevaliana servirá para desempolvar algunas de las partituras basadas en el poema épico que habían sido retiradas de las salas de concierto desde poco después de su estreno. En marzo Schnéevoigt dirigirá varios conciertos que incluirán Lemminkäinen opus 22 al completo (incluyendo los dos movimientos no publicados), o el gran tercer movimiento de "Kullervo" opus 7.

En septiembre recibe la visita del maestro Koussevitzky, que interpreta sus obras en Helsinki,  y que visita al compositor en Ainola, visita recordada con mucho afecto por ambos. Si hablaron de la Octava lo desconocemos: hacía un tiempo que el director no le había vuelto a insistir sobre el particular, sin duda sabiendo que de esa forma poco podía esperar...

Días antes de su propio aniversario se estrena un arreglo con texto en finés de la cuarta de sus Canciones de Navidad opus 1, realizado por el coro YL.


Sibelius llegando a la celebración de su 70 cumpleaños

El 8 de diciembre de 1935 los tributos hacia el compositor no sólo coparon la vida finlandesa, sino que felicitaciones y honores de todo el mundo lo coronaron de laureles. Todos los periódicos de Helsinki abrieron con ediciones especiales con la efeméride. Llegaron telegramas de Richard Strauss, Vaughan-Williams, Respigui, Weingartner, Furtwängler, Klemperer, y algunos tan inesperados como el de Fiodor Chaliapin. Además la Sociedad Sibelius de Alemania promovió la concesión de la Medalla Goethe - había sin embargo un trasfondo político en este reconocimiento, ya que al gobierno nazi le interesaba sumamente tener a los finlandeses a su lado -. En la Sala de Exhibiciones Armas Järnefelt dirigió el concierto-homenaje con Finlandia opus 26, la Primera sinfonía, números de La tempestad y una cantata, La reina cautiva. Al evento asisten primeras autoridades del país, incluyendo varios antiguos presidentes de la república - el presidente en curso, Svinhufvud, no pudo estar presente por enfermedad - y el recientemente ascendido Mariscal de Campo Mannerheim. Y además los primeros ministros de Suecia, Noruega y Dinamarca le honraron con su presencia. Sibelius más que una figura cultural es un auténtico símbolo.


Jean Sibelius asistiendo al concierto-homenaje del 8 de diciembre de 1935. A su derecha su esposa Aino, y junto a ellos Mannerheim

Tras el concierto un banquete prolonga la ocasión, cuyo gran momento llega en forma de ondas electromagnéticas: los asistentes pudieron oír a través de grandes altavoces la retrasmisión de la Segunda sinfonía que en esos mismos instantes interpretaba Otto Klemperer en Nueva York, interpretación que fue premiada con grandes aplausos en la sala de conciertos y en la fiesta alrededor de Sibelius. El genio nórdico estaba disfrutando de la fama de los inmortales en vida: no es de extrañar que se sintiera sobrepasado, y debido a su natural timidez no quiso repetir una celebración pública de ese calado por su cumpleaños en todo el tiempo que vivió.

En 1937 mueren dos buenos amigos: su cuñado el pintor Eero Järnefelt, y el compositor Erkki Melartin, uno de los grandes autores de la generación posterior al propio maestro, y a los que unía más una buena amistad y vecindad (era uno de los habitantes del círculo del lago Tuusula) que una sintonía de estilo musical. El aislamiento del longevo Sibelius, que está viendo morir a su generación, y aun muchos de sus amigos más jóvenes, se hace más profundo con el tiempo.

El compositor Erkki Melartin (1875-1937). Fotografía de 1936


La fama de nuestro compositor no deja de crecer día a día, al menos entre los países afectos (Reino Unido, EE.UU. y los nórdicos). En los míticos "proms" de 1937, Henry Wood se atreve a dirigir un verdadero maratón de con todas las sinfonías, el Concierto y otras obras breves, convirtiéndolo de hecho en un festival Sibelius. El público y la crítica responden con entusiasmo, incluso las obras más singulares como la Cuarta o la Sexta empiezan a cautivar. Al año siguiente Beecham, en el Queen's Hall, irá más lejos, interpretando además del ciclo y el Concierto para violín los grandes poemas sinfónicos y un sin fin de otras obras orquestales. El propio autor pudo seguir complacido muchos de esos conciertos desde la radio.

Mientras sus antiguas composiciones se están consolidando ya como clásicos, nuestro músico vuelve a trabajar en viejas partituras, aunque sea a manera de arreglos. En 1937 atendía una petición de su amigo el tenor Wäinö Sola: realizar una versión coral de la sección hímnica de su ya mítica Finlandia opus 26. En realidad ya circulaban desde hacía tiempo por los coros finlandeses un par de versiones debidas a manos ajenas de tal idea. Pero Sola albergaba un propósito mayor: convertirlo en el himno nacional, por lo que el que llevara la firma total de su autor le podría dar el empujón necesario. En principio Sibelius no veía con buenos ojos el arreglo, "no está pensado para cantar, sino más bien compuesto para orquesta. Pero si el mundo quiera cantar, uno no puede hacer nada contra ello". El propio Sola escribió el texto, cuya redacción para coro masculino estaría lista el 4 de abril de 1938. La versión se estrenó con un uso masónico, y de hecho se incorporó a algunas ediciones de la Música masónica opus 113. En ese ámbito se interpretaría muy frecuentemente, aunque no sólo se ha circunscrito ahí. En cualquier caso este arreglo, como los siguientes que realizaría, nunca han llegado a sustituir a "Vårt land" de Pacius/Runeberg, aunque la obra de Sibelius haya sido reclamada muchas veces después para ello.

También relacionado con su Música masónica está otro arreglo efectuado durante 1938, a petición de un editor italiano. "Salem" había comenzado a ser interpretada en versiones corales, y nuestro músico convirtió la parte del armonio en una partitura orquestal, de modo que pudiera ser interpretado como pieza para coro y orquesta, con el texto en inglés "Onward, ye peoples" ["Adelante, gentes"]. Dado que el acompañamiento dobla y armoniza la voz, puede ser interpretado también como pieza orquestal independiente.

Durante esa época de fama internacional, las cartas no dejan de llegar y acumularse en Ainola, y en verano de 1938 se ve como necesario el que alguien atienda con diligencia la tarea. Tras una difícil búsqueda, un yerno del compositor le sugiere a Santeri Levas, uno de sus empleados de banco, muy eficiente en su trabajo. Con el tiempo Levas no será sólo un perfecto secretario personal, sino que además se convertirá en uno de los más grandes confidentes del compositor. Sus recuerdos, plasmados por escrito tras su muerte, serán la base de uno de los libros más iluminadores sobre los últimos años del maestro.

Santeri Levas (1899-1987), revisando el correo diario con Aino y Jean Sibelius. Fotografía de 1940

Ese año parece especialmente productivo: en los últimos días habría trabajado en un nuevo arreglo, su Andante festivo JS.34 de 1922, trasladando el cuarteto de cuerda original a una versión para orquesta de cuerda con timbal ad libitum - de hecho sólo hace un pequeño redoble al final - . El arreglo, que se convertirá en uno de los bises más populares y efectivos del repertorio sibeliano, fue efectuado para una ocasión única: una retrasmisión radiofónica a Nueva York en la que el propio autor dirigiría la orquesta. El responsable de esta iniciativa fue Olin Downes, que logra convencerle para la emisión con motivo de la Feria Mundial de la ciudad de los rascacielos.

El 1 de enero de 1939 el genio nórdico se dirige a la sede de la Orquesta de la Radio Finlandesa, y con las manos temblorosas y apenas un pequeño ensayo previo, hace que su música viaje a través del espacio y del tiempo.

Sibelius tras su grabación, con Arvi Paloheimo

La interpretación afortunadamente fue grabada por la propia radio finlandesa, constituyendo el único registro sonoro del propio Sibelius dirigiendo (aunque por un error durante años una grabación al parecer de preparación del concertino fue la difundida; la versión auténtica apareció en 1995 en un disco del sello Ondine) . El registro sorprende en muchos sentidos, sobre todo por la lentitud de la ejecución - cuando el propio compositor solía quejarse en muchas ocasiones al oír a otros directores dirigir sus obras con un tempo más lento del indicado - y el alto grado de rubato. Quizá más que una cuestión musical fuera un asunto más práctico: tras una década de alejamiento voluntario de la batuta, sin oportunidad de más ensayos y con la responsabilidad de la retrasmisión, el tempo sosegado le podría resultar más seguro. A pesar de todo el documento, digno y lleno de nobleza, es impresionante. Podemos escuchar aquí la retrasmisión incluyendo la presentación del locutor en inglés, con un clarísimo acento finés:
 


1939 fue también un año de (relativa) actividad musical. Fue entonces cuando acometió la difícil tarea de revisar las dos leyendas de Lemminkäinen opus 22 que permanecían sin publicar, Lemminkäinen y las doncellas de la isla, y Lemminkäinen en Tuonela. El trabajo a vista de pájaro parece ser más de bruñido que de cambios radicales, pero lo cierto es que el nivel de detalle y de perfeccionamiento es tal que logra profundos avances estéticos, dando versiones mucho más acabadas y efectivas. De tal modo que, a partir de entonces, el ciclo comenzaría a ser interpretado por entero (aunque las otras dos leyendas siguieron siendo las más interpretadas), tal y como fue concebido. No obstante la edición tuvo que esperar unos años más, edición en la que finalmente El cisne de Tuonela intercambiaría su orden por el de Lemminkäinen en Tuonela, que se convertiría en el tercer tiempo.

A principios de aquel junio el matrimonio Sibelius alquila un extenso apartamento en un bloque del moderno Helsinki, con la intención de servir de residencia invernal, para evitar los riesgos del aislamiento de Ainola y de paso tener más cerca a sus hijas, que en su mayoría vivían en la capital. La calle años más tarde tomaría el nombre del compositor, al igual que el parque que solían recorrer en sus largos paseos junto a la costa, donde se sitúa en la actualidad también el emblemático Monumento a Sibelius

Respecto a su vida en el piso, que fue habitado ya desde ese mismo septiembre, existe una célebre anécdota: entre sus vecinos se contaba una joven estudiante de canto del conservatorio, en principio ignorante de la identidad del habitante del piso recién alquilado. El compositor, que amaba ante todo la tranquilidad, llamó a su puerta para pedirla que moderara sus prácticas: ¡y desde luego reconoció sorprendida al músico más célebre de su país!
 

En el verano de 1939 trabajó en una nueva versión de sus antiguos trabajos: un arreglo de "La muchacha judía canta", el número vocal de "El festín de Belshazzar", con acompañamiento pianístico, para corresponder la petición de la contralto americana Marian Anderson. 

"¿Cómo puedo cantar en la casa de los cautivos?" reza el texto de esa canción: el 1 de septiembre Hitler invadía Polonia, con el exterminio de los judíos como uno de sus objetivos. Casi dos meses después la Unión Soviética invadía Finlandia. El aislamiento de nuestro músico acababa al tiempo que el aislamiento de su patria. La guerra había llegado al país de los mil lagos.
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