miércoles, 17 de diciembre de 2014

Biografía (44): el dios finlandés de los bosques cruza el océano (1926)

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El 4 de enero de 1926, nuestro músico recibe un telegrama desde Estados Unidos, firmado por Walter Damrosch. El director neoyorkino de origen alemán había emprendido notables estrenos en el país de los grandes compositores europeos, atreviéndose incluso con la première en 1913 de la Cuarta sinfonía de Sibelius. Su amor hacia sus partituras le lleva a atreverse a una petición directa: "compondrías poema sinfónico para mí interpretaciones siguiente noviembre sociedad sinfónica te ofrece cuatrocientos dólares (por las) tres primeras interpretaciones del mismo pagará doscientos inmediatamente a la recepción de la partitura". 

Nuestro músico aceptó ipso facto. No sólo le suponía una gran oportunidad de un estreno internacional (en un país en el que no cesaba de crecer el sibelianismo), además de un contrato claro y bien dispuesto. Pero muy posiblemente era el tipo de obra que necesitaba componer en ese momento, tras el trabajo del año anterior en obras de menor ambición.
Walter Damrosch. Fotografía de 1919 (Biblioteca del Congreso, Washington D. C.)

Tras la contestación del maestro finlandés, Damrosch le escribe de nuevo con más detalle: "por supuesto, se entiende que la elección del tema y la forma se te deja por entero, y meramente sugeriría que su duración sea de cerca de quince minutos, y ciertamente no más de veinte minutos". Tal libertad le supone sin duda una perfecta oportunidad para profundizar en el camino de abstracción emprendido en sus dos últimas sinfonías, al tiempo que cumpliría a la perfección con el tamaño de la partitura que se le demandaba.

Mientras comenzaba a esbozar su poema sinfónico, el músico daba forma a diversos planes de viaje. Primero había concebido año y medio antes un nuevo viaje a Italia con su mujer, por "prescripción médica". Y en el otoño anterior, su amigo de la infancia Walter von Konow y él concibieron un viaje juntos. En los últimos tiempos de soledad de Konow, éste se había acercado mucho a la vida del músico. Tras desechar París, el objetivo tornó hacia Italia, pero combinando ambas ideas irían los tres juntos. Sin embargo Aino desistió finalmente de incorporarse a sus planes. El Mediterráneo o Konow no eran motivo suficiente para dejar sus hijas en casa.

El 20 de marzo el compositor embarcó en solitario - su amigo partiría después - en Åbo (Turku). No aprovechó la circunstancia para acudir al estreno de su música para "La tempestad" (desconocemos si esto fue intencional o no) en Dinamarca, sino que escogió Berlín como primer destino, donde se encontró con Adolf Paul y con su editor Robert Lienau.

Sin mucha dilación el genio nórdico se dirigió hacia Roma, alojándose en el Hotel Grande Albergo Minerva. La embajada finlandesa le procuró asistencia para que permaneciese cómodo en su estancia, pero evitó encuentros oficiales. Antes de la llegada de Konow permaneció casi encerrado en su habitación concentrado en la composición de su obra orquestal (llama la atención que una obra tan "nórdica" como será ésta fuese concebida en gran parte fuera de Finlandia, justamente como otra gran obra del extremo contrario de su carrera musical, "Kullervo" opus 7, escrita en una parte importante en Viena). En gran medida el clima le ha sentado estupendamente: "todo está lleno de cielo. Y todo en la vida va a ir bien".

Aino le escribe comunicándole las noticias que llegaban desde Dinamarca: "La tempestad" había sido un éxito, pero no tanto por la representación, sino justamente por su música (y los decorados). Buena parte de su correspondencia a través del continente gira en torno a las retribuciones por esta obra (que tendría que ser publicada en versiones de concierto) y otras recientes. Hasta fuera de casa tenía que atender sus problemas con las ediciones.

El 27 de marzo Konow llega finalmente a Roma, a tiempo de celebrar su sesenta cumpleaños. Tras ello los amigos emprenden una pequeña aventura hacia la isla de Capri, "una maravilla", donde se dejan arrebatar por los colores pictóricos de la Gruta Azul. El músico se siente enormemente cómodo en la isla italiana. El 19 de abril vuelven a Roma y, mientras Konow decide volver inmediatamente, Sibelius permanecerá aún unos días más para seguir trabajando en su partitura.

Fotografía de Jean Sibelius en Capri

"«El Bosque» es un buen título. Quizá le mande [a Damrosch] una explicación de lo que el nombre «Tapiola» significa", escribe a Aino el mismo día en que parte Konow. Así, el poema sinfónico acaba de tomar su concepto como su título. "Tapiola" en finés significa "el dominio/tierra/casa de Tapio", siendo Tapio el dios de bosque en la mitología finlandesa (no necesariamente del "Kalevala" como se comenta en ocasiones, ya que en la epopeya recogida por Elias Lönnrot la figura apenas aparece, y no tiene ningún desarrollo propio). La obra no tendrá un programa definido, apenas unos versos del propio autor darán cuenta de la sugerencia del título, más una evocación que verdadera representación musical de una idea poética. 

El último día antes de su partida podrá disfrutar de uno de los pocos encuentros sociales que efectúa en Italia, que a grandes rasgos ha sido más una "puesta a punto" para enfrentarse a su trabajo que un viaje de puro placer. El evento es una cena informal (a pesar de la pretensión inicial del anfitrión) con el enviado del gobierno finlandés a Roma, Rolf Thesleff, que a la sazón es un viejo amigo suyo.

El regreso del músico a su patria se produce a mediados de mayo, con parada de nuevo en Berlín, esta vez para encontrarse con otra (reciente) amistad, Hellmuth von Hase. En Finlandia debe ponerse a trabajar en nuevo encargo, "Väinön virsi" ["La canción de Väinö (Väinömöinen)"] opus 110, una cantata para coro mixto y orquesta sobre un pasaje del "Kalevala", petición de la Sociedad para la Educación Popular para un festival de canto en Sortavala. Musicalmente tiene que ver muy poco con el poema sinfónico con el que está trabajando, más bien con los cantatas y coros del principio de su carrera, aunque comparte la grandeza y orgullo nacional de las cantatas de los primeros años de la independencia finlandesa. La obra fue estrenada el 26 de junio bajo la batuta de Robert Kajanus.

Alrededor de este tiempo el compositor daba vueltas a la idea de escribir una suite de cinco movimientos para órgano, que prolongaría la Intrada creada el año anterior. El proyecto no fue más allá, pero a cambio sí que compuso un díptico para el instrumento, el Preludium y Postludium JS.153, piezas desde luego más que notables, con cierto clima místico-sinfónico propio de sus grandes obras en estos años.  

El 10 de agosto recibe un telegrama de Breitkopf, demandando el envío pronto de Tapiola. Como es su tónica general, la urgencia le crea bastante ansiedad. No obstante podrá efectuar el envío en el plazo marcado.

Era habitual que él mismo estrenara sus grandes trabajos sinfónicos, aprovechando la experiencia de los ensayos y las premières para dar pequeños ajustes de última hora a sus partituras, antes de enviarlas a la imprenta. Pero para Tapiola la edición se iba a efectuar meses incluso antes del estreno - tal eran la confianza de director y editor -, una situación que llevaba al borde del ataque de nervios a nuestro músico por su perfeccionismo y pánico escénico. Con la partitura ya enviada a Breitkopf & Härtel, el 17 de septiembre pidió a la editorial la devolución de la obra para hacer algunos cortes a la partitura. Pero la impresión de la partitura ya estaba hecha, y las partes completándose, a punto de enviarse vía aérea a América.

En otoño se enfrentaría a lo que sería su última actuación pública fuera de Finlandia (la última en cualquier caso). Fue invitado por el entusiasta danés Gunnar Hauch, que no confiaba demasiado en poder traerlo, aunque sorpresivamente lo consiguió. Sin pretenderlo, su visita causó una disputa con los melómanos daneses, encabezados por Louis Glass (que anteriormente había acogido bien a Sibelius, y de hecho no tenía nada en particular contra el maestro). La situación fue provocada por un conflicto de situaciones que iban a suceder próximas en el tiempo: la Sociedad de Conciertos Danesa celebraba en esos días su 25 aniversario, justo cuando nuestro músico y el presidente finlandés casi coincidían a su vez en sendas visitas a Copenhague, lo que causaba cierta sensación de "festividad" finlandesa. La idea de Glass de que al presidente se le honrara con música danesa y con la veterana Sociedad chocó con el programa de Sibelius.  


El compositor danés Louis Glass (1864-1936). Fotografía anterior a 1917.

Las palabras de Glass, difundidas por el Politiken, uno de los principales diarios del país, el mismo día en que Sibelius empezaba a ensayar. A pesar del artículo el concierto del 2 de octubre, con todo el teatro lleno, fue un gran éxito. En el programa la Quinta sinfonía, la Suite de "Rey Cristian II", el "Impromptu" opus 19 y Finlandia, además del inevitable Valse triste como bis. El coro amateur local no logró que el "Impromptu" brillara especialmente, y la sinfonía tampoco logró el efecto deseado, pero el público danés estuvo encantado con la parte más ligera del programa.

Hauch le acompañó parte del viaje de regreso, permaneciendo unos días de asueto en la costa, en Øresund: la polémica le había costado muchos disgustos, muchos más que al compositor, que volvió a su país medianamente satisfecho. 

Tras la suma persistencia a Breitkopf & Härtel, a su vuelva de Dinamarca nuestro compositor consiguió la partitura y las particellas de Tapiola. En realidad apenas una semana le bastó para hacer unos mínimos ajustes y no cortes como tenía pensado. Sus miedos eran infundados y la partitura estaba más cercana a la perfección que anhelaba, lo que bajo la perspectiva de semanas de separación se hacía evidente.

En seguida se pudo enviar a Nueva York. En realidad ya estaba ocupado con otros proyectos. Por una parte una serie de piezas para ceremonias su logia masónica que en su primera forma se completaría en unos meses. Y el 12 de septiembre anota en su diario que estaba ya trabajando en "la nueva", esto es, la Octava sinfonía.

Mientras, a pesar de las últimas donaciones y derechos cobrados, aún no había conseguido acondicionar del todo sus finanzas, y esperando los beneficios de Tapiola, mandaba a Hansen las Danses champêtres para su publicación europea.

El 2 de diciembre Robert Kajanus celebró su 70 cumpleaños, ocasión en la cual sus amigos Gallén-Kallela y Sibelius dieron sendos discursos. El músico lo comparó como una llama incombustible, que a su edad era capaz de causar envidia en su manera de dirigir a los directores de treinta años.

El estreno de Tapiola opus 112 con la Sociedad Sinfónica de Nueva York se celebró el 26 de diciembre el Mecca Temple (actual New York City Center) de la metrópolis, sin que fueran las mejores condiciones acústicas posibles. Sin embargo el aplauso del público norteamericano fue muy general.


 
Proscenio del teatro Mecca Temple de Nueva York, con su singular decoración arabizante, en la época del estreno de Tapiola

La obra, su último gran trabajo original concluso para la orquesta, contiene una lección magistral de su escritura orquestal tardía, con una capacidad de concentración y de elaboración temática increíble. A ello se suma una creación de atmósferas y de sonidos instrumentales que suponen el momento cumbre de su carrera, casi más propios una sinfonía en un movimiento que de una "rebajada" obra ligada a un programa. Y es que ciertamente la partitura no tiene más contenido extramusical que la evocación abstracta, panteística, del bosque finlandés, y sí una concepción plenamente musical, una especie de variaciones en torno a un tema. Variaciones más centradas en dibujar distintos desarrollos sinfónicos que en la recrear una melodía (aunque extrañamente apeló en años posteriores a la forma de la obra como una "sonata" [sic!]).

Damrosch, que introdujo al público la obra con unas frases sacadas de su propia imaginación sobre su significado, comunicó de nuevo por telegrama el éxito del concierto al autor de la música. Estuvo tan encantado con el fruto de su encargo que le escribió poco después sobre la propia Tapiola: "uno de los más originales y fascinantes trabajos de tu pluma".

Pero los críticos reaccionaron inicialmente con cierta tibieza y hasta decepción ante la obra, incluso los mayores defensores del autor como Olin Downes. Sólo a partir de las interpretaciones de Koussevitzky de unos seis años más tarde, es cuando el poema sinfónico comienza a cobrar la importancia que se merece.

A finales de año recibe con tristeza la noticia de que su amigo Stenhammar está muy enfermo. En una carta a su cuñada, Olga Bratt, le comunica su pesar, y cómo afecta eso a su habitual ánimo pesimista: "la expresión es das Streben tut leicht das Leben schwer [«el afán hace ligero lo que la vida pesado», en alemán]. Y de esa manera mi vida se ha ido." A pesar de eso valora el consuelo que le ofrece su vida personal: "mis seres amados y aquello que me rodean son una gran alegría para mí, y tan comprensivos" (20 de diciembre).

En los días últimos del año encontraremos a nuestro músico enfrascado en la composición: está reelaborando de "La tempestad" para concierto. Pero también se ha sumergido en un proyecto del que aún no sabe que le llegará a consumir: la Octava sinfonía.


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